Para los que no estén al tanto de la actualidad friki, “Flashpoint” es el último megaevento mierder de DC Comics para resetear (por enésima vez) su universo superheroico generando así un nuevo status quo (argumental y editorial) todavía más mierder. En esta ocasión, la excusa es una alteración (para mal) en el espacio-tiempo “deceero” que Flash debe reparar. Como de costumbre, la serie principal viene acompañada de multitud de spin-offs totalmente innecesarios pensados para sacar los cuartos a los fans completistas. Sin embargo, en esta ocasión podemos encontrar una perla en medio de tanta morralla. Se trata de la miniserie “Batman: Knight of Vengeance” realizada por un equipo creativo que nadie esperaría ver envuelto en un (sub)producto de esta índole: Brian Azzarello y Eduardo Risso.
Los artífices de “100 Balas” ya dejaron huella en la mitología de Batman con “Ciudad Rota”, una devastadora coda para el archiconocido origen del Hombre Murciélago. Ésta vez, aprovechando el universo alternativo de “Flashpoint”, juegan de nuevo con el concepto del origen, replanteándolo con una interesante variación: es Bruce Wayne el asesinado en el atraco y es Thomas, su padre, el que se convierte en Batman para vengar su muerte.
Otro Batman, otros métodos. Thomas Wayne toma una táctica de pesadilla capitalista para luchar contra el crimen: sirviéndose de su fortuna convierte a Gotham City en una segunda Las Vegas para atraer el crimen a la ciudad y después dar buena cuenta de los criminales, ya sea a través de su alter ego (sin miramientos a la hora de matar) o mediante el poco constitucional Departamento de Policía de Gotham, privatizado y bajo control de la Corporación Wayne.
En ese marco contextual, Azzarello y Risso desarrollan una macabra historia que roza el delirio granguiñolesco, digna de ser trasladada a cine por algún realizador adscrito a la nueva ola del terror galo. Los autores recolocan a los personajes clásicos de la franquicia en nuevos e inesperados roles, y aprovechan eso de trabajar fuera de la continuidad oficial para cargarse a quien haga falta. Una auténtica gamberrada pasada de rosca, pero a la vez con bastante chicha, cuya existencia ha sido posible gracias a su condición de subproducto intranscendente, fuera del canon. Resulta sospechoso que, precisamente, lo mejorcito que ha dado DC en los últimos años hayan sido un puñado de historias “imaginarias” fuera de la continuidad oficial de sus personajes. Algo les falla, y me parece que con eso de los New 52 no lo están solucionando.