
El pasado fin de semana se celebró en Gijón el Laboratorio de Electrónica Visual (L.E.V.). Un festival de música electrónica de menor envergadura que otros megaeventos como el Sónar, pero más orientado hacia la vertiente experimental del mundillo, escapando de lo masivo, pero siempre ofreciendo de lo mejorcito del panorama. Esta vez pude asistir, y sin ánimo de relatar la experiencia de manera exhaustiva dejo un puñado de impresiones acerca del evento:
_Marco incomparable.
En medio de tanta megalomanía despilfarradora al servicio del arquitecto estrella de turno y chupópteros políticos asociados, da gusto ver un espacio “clásico” como el impresionante edificio de la Universidad Laboral reaprovechado para acoger propuestas culturales vanguardistas como el L.E.V. . El choque contenido-continente aportó un plus de posmodernidad al evento. Anécdota al respecto: Mientras visitaba la instalación “rheo: 5 horizons” de Ryoichi Kurokawa en la iglesia de la Laboral, las proyecciones abstractas y los sonidos cubistas del japonés compartían espacio con una sesión de fotos para una primera comunión.

_V de visual.
La parte visual de las actuaciones jugó un papel más importante de lo que en principio podría aparentar. Tanto es así que, por ejemplo, al prescindir de montaje de vídeo, el directo de Mika Vainio quedó bastante deslucido en comparación con los shows de gente con menos nombre como Old Apparatus o Various Production, que pusieron la carne en el asador en el apartado multimedia, haciendo especial hincapié en lo fantasmagórico los primeros y en la sincronía audiovisual los segundos. Anstam y Prefuse 73 ofrecieron unos sets menos espectaculares pero dotados de suficiente carga hipnótica como para hechizar al público.


_Piscina de datos.
Si te cuentan que la instalación de Ryoji Ikeda, “data.tecture [5 SXGA + version]” consistía en una proyección de caracteres “a lo Matrix” sobre una pantalla en el suelo, te puedes quedar un poco frío. Otra cosa muy diferente es experimentarlo in situ. A condición de quitarte los zapatos, podías caminar y/o tirarte sobre la enorme pantalla para bañarte en el torrente de datos que fluía en diferentes configuraciones y velocidades de manera simultánea, provocando según avanzaba la proyección una sensación de sobrecarga hipercontextual, muy en la línea de lo que experimentamos todos los días cuando estamos en Internet, pero potenciada a través de la metáfora audiovisual. Una pasada.

_Raster-Noton rules!.
Cuando las cosas se hacen bien se obtiene una recompensa acorde. En la mesa de venta de merchandise, CDs y vinilos, el material de Raster-Noton vendió como churros. No eran cosas precisamente baratas, pero agradaban mucho a la vista y al tacto, tanto que te transmiten la sensación de que merece la pena tener esos discos en formato físico. Tonto de mí, esperé al segundo día para pillar algo y me quedé sin el libro-disco de Mika Vainio “Time Examined”, que gozaba de un stock considerable al comienzo del evento y costaba sus 25 eurazos. Al final me llevé el exquisito “Décade” de Anne-James Chaton y el “SyMeta” de Byetone.
_Olaf Bender, alias Byetone.
Y precisamente con Byetone termino el post. Lo suyo fue sencillamente a-c-o-j-o-n-a-n-t-e. De los tres fundadores de Raster-Noton, Olaf Bender es el que, con diferencia, menos interés me despertó en mi historial como oyente del sello, pero verlo en acción cambió por completo mi opinión. Su tecno frío, repetitivo, afilado y violento se magnifica en vivo a niveles insospechados, con esa sensación de crescendo interminable y esas sacudidas a nivel físico que provocan los pulsos de sonido, haciendo que el cuerpo literalmente vibre al ritmo de la música, sincronizado con los flashes de luz provenientes del montaje visual. Sin duda, lo mejor que ha dado este L.E.V. 2012.
