Peter Milligan

Top30 (XXVI): X-Force/X-Statix

A principios de los dosmiles, la entrada de Joe Quesada como Editor in Chief en Marvel supuso una auténtica revolución para la editorial en particular y el cómic mainstream americano en general. La “Casa de las Ideas” no atravesaba su mejor momento, continuando una política editorial a todas luces agotada tanto en lo creativo como en lo económico: Franquicia mutante a la deriva y sin rentabilizar el éxito de la película; Spider-man dando tumbos entre interminables reseteos y/o nefastos eventos “impactantes” que no le dejaban levantar cabeza, y el resto de series saliendo un poco del pozo noventero al que habían sido arrojadas, pero aún sin la suficiente pegada.

384-1 Spider-Man Chapter One #1

Quesada cambió todo a base de fuerza creativa renovada: Mezcló los mejores autores “de la casa” con gente de la esfera independiente y con habituales de DC/Vertigo, a los que arrastró a la competencia a golpe de talonario y promesas de libertad creativa en títulos punteros. Los resultados fueron dispares, pero el tiempo hace olvidar los fiascos y recordar los aciertos, que fueron espectaculares, y cambiaron el paradigma vigente en cuanto al modo de producir tebeos de superhéroes. Un puñado de títulos quedaron grabados en mi memoria subcultural, pero si tengo que quedarme con uno, como representante de esa nueva ola, sería el ”X-Force” de Peter Milligan y Mike Allred, y su continuación “X-Statix”.

X-Force #116 - página 8

Para explicar la naturaleza de este título empecemos con los autores: Con Milligan y Allred se juntaron el hambre y las ganas de comer en cuanto obsesión por la cultura pop y el concepto de “fama”. Ya habían colaborado esporádicamente en alguna cosita, pero la que nos ocupa fue su gran obra conjunta, dónde sus universos se fusionaron para formar un todo que mejoraba a cada una de sus partes. El dominio de la imaginería pop por parte Allred unido a la capacidad de Milligan para captar el pulso de los tiempos dieron como resultado una obra disfrutable a varios niveles, llena de referencias a temas de actualidad y que se adelantó a su tiempo en esto de exponer el funcionamiento del star system, por dentro y por fuera, con sus grandezas y miserias.

X-Force 118

“X-Force” no era un título nuevo. Se trataba de una cabecera creada para gloria y lucimiento de Rob Liefeld diez años atrás, en plena era de los dibujantes hot. En una especie de metarreferencia al “nuevo orden” instaurado por Quesada, los autores ubicaron allí a sus nuevos personajes, que no tenían relación alguna con lo visto en los 115 números anteriores. La nueva “Fuerza-X” estaba compuesta por mutantes, pero no eran temidos ni odiados, sino que formaban parte del show business con todo lo que ello conlleva: merchandising, asesores de imagen, clubs de fans, acoso de la prensa… pero Milligan no se limita a clichés más o menos establecidos y hurga todo lo que puede en la herida de eso de “querer ser alguien” con una profundidad poco usual para la época: Nuestros “héroes”  padecían una obsesión enfermiza por ser “lo más”, no podían soportar que sus propios compañeros (incluso parejas) les superaran en popularidad.  Hasta aquellos que se alistaban por otras razones, como Orphan, acababan infectados con el virus-fama tras un tiempo en el equipo.  En un primer golpe de genialidad, el primer episodio presentaba a una serie de personajes, con su contexto vital, esbozando líneas de desarrollo futuro para los mismos, pero al final del capítulo… casi todos acababan muertos en una misión, siendo sus sustitutos y un par de supervivientes los verdaderos protagonistas del resto de la serie. A los lectores nos quedaba claro que allí los superhéroes, como sería lo lógico,  mueren fácilmente, y los (miles de) candidatos para sustituir vacantes lo saben, pero no les importa. ¿Puede existir una metáfora mejor para explicar lo que ocurre con Gran Hermano y otras telerrealidades, en las que los concursantes se exponen voluntariamente a sepultar toda  su vida anterior por cinco minutos de fama y un puñado de bolos en discotecas?

X-Force #116 - página 22

Pese a la apariencia “liviana” y poppie del tebeo a primer golpe de vista, lo cierto es que allí se desarrollaba un contexto de  ultraviolencia, lujuria y tratamiento realista de las relaciones humanas poco compatible con el mítico sello censor “Comics Code Authority”. En una maniobra sin precedentes, Marvel prescinde del código, primero en este título y poco después en todos los demás, imponiendo su propia calificación por edades. Toda una revolución para el mainstream americano, subyugado a los dictados  del Code desde los años cincuenta. Diez años después (hace unos días, de hecho) la anquilosada DC Comics se ha atrevido a dar el paso, dejando este nefasto símbolo ”castrador” virtualmente muerto.

Comics codeNo Code!

El apartado gráfico resultó también un auténtico festín. Allred no se adocenó por el hecho de trabajar a sueldo para la “gran industria”, y dejó un buen montón de momentos alucinógenos, llenos  de experimentación y unos cuantos guiños al imaginario colectivo visual. Como no podía ser de otra forma, el artista fue incapaz de mantener el ritmo de entrega mensual y tuvo que dejar en manos de  terceros algún que otro episodio suelto, pero hasta en este impopular asunto el editor Axel Alonso dio en el clavo contratando a unos sustitutos de auténtico lujo: Duncan Fegredo, Darwin Cooke, Paul Pope… una sucesión de estrellas que casi hacían desear que a Allred se le echara el tiempo encima más a menudo.

X-Force #123 - página 18 

En fin, un tebeo de los que hacen época, tanto por su calidad como por lo que demostró: que las fronteras entre lo mainstream y lo alternativo pueden ser extremadamente finas y que ningún género es inherentemente malo para tratar según que temas, todo depende del talento que haya detrás para poner la cosa en marcha.

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Trilogía Nikopol
La fOntana y la sOnda
12 Monos
Pulp Fiction
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La Casta de los Metabarones
Ænima
Carretera Perdida
The Invisibles
Cosecha Cinematográfica del 99
La Caída
Los Soprano
La Pianista
South Park

Human Target: La Serie de TV

Hay cosas en el mundo del Show Bussiness que nunca alcanzaré a comprender. Una de ellas es por qué las productoras audiovisuales se empeñan en comprar una licencia y sacar un producto basado en la misma, cuando dicho producto presenta tales diferencias con la versión original que no solo se podría prescindir del requisito legal de la compra de derechos, sino que esa vínculo resultaría incluso contraproducente para la supuesta “adaptación”. Un buen y reciente ejemplo del tema sería la versión televisiva de “Human Target”.

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Pongámonos en situación: “Human Target” es un serial de cómic creado por Len Wein y Carmine Infantino en los 70. Su protagonista, Christopher Chance es un guardaespaldas y maestro del disfraz especializado en neutralizar amenazas poniéndose él mismo como cebo, suplantando la identidad de sus clientes. Hace unos años, el (por épocas) genial Peter Milligan, acompañado de un puñado de notables dibujantes, reformuló el personaje para el sello Vertigo, aportando no pocos elementos de interés. En esta nueva versión, Chance se encuentra al filo del desequilibrio mental, convertido por deformación profesional en una especie de “pizarra en blanco” incapaz de diferenciar su personalidad de la de aquellos a los que suplanta.  Milligan tampoco pierde ocasión para dar una visión tremendamente lúcida de la actualidad a través de las vidas de los clientes de Chance. El resultado: una alucinada combinación de doppelgangers, cirugía plástica, sectas, Hollywood, famosos, paranoia post-11S, y tantas otras cosas molonas.

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Hace unos días, la cadena FOX estrenó la serie de TV basada en “Human Target”. Es un decir, porque en lo único que se parece al tebeo es en el nombre y profesión del protagonista. El Chance televisivo no se disfraza de sus clientes, como mucho se infiltra de incógnito en su entorno; carece de problemas disociativos, a cambio de una acusada adicción al peligro; y lo que es peor, sus casos poco tienen que ver con el tejido sociocultural de esta nuestra era hipermoderna, más bien se trata de misiones estilo 007 en su versión más exagerada, llenas de situaciones de imposible resolución que ponen al protagonista al borde de la muerte.

Visto lo visto, las versiones tebeística y televisiva se alejan tanto una de la otra que si la segunda fuese lanzada con otro nombre pocos la conectarían con su supuesta versión original. Si la intención era dar promoción extra a la serie, la licencia sirve de poca ayuda en este caso, pues no se trata de un tebeo demasiado popular, lo único que genera son incómodas comparaciones entre ambos productos (como ésta) por parte de los que si lo conocíamos.

En fin, otra oportunidad perdida (sin necesidad)  para adaptar un buen tebeo.