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Top30 (XXX): Lost

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Dejemos las cosas claras desde el principio: No considero a “Lost” como una de las mejores series de la historia, de hecho no entraría ni en mi top 20 personal. Esto es así fundamentalmente por dos razones: es tramposa y es emo. Tramposa porque su estructura narrativa atendía a un único objetivo: dejar al espectador con unas ganas locas de ver el siguiente episodio. Emo  porque sus personajes se movían en un universo psicológico de segunda, basado fundamentalmente en (cristianísimos) procesos de culpa-redención y en lloreras por el muerto de turno. Estas dos nefastas cualidades se hicieron más evidentes que nunca en el final de la serie, azucarado a niveles de coma diabético y sin respuesta a los misterios-cebo que los guionistas diseminaran a lo largo de las 6 temporadas.“Lost” no fue la mejor serie del mundo. Pero fue mucho más que una serie, y por eso corona con honores el proyecto Top30. Ante todo, “Lost” fue un fenómeno sociocultural que revolucionó la esfera seriéfila en todas sus vertientes.

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Los subtítulos de Lostzilla

A nivel de producción estrechó distancias con el cine, arrancando con un episodio piloto de presupuesto record y manteniendo como pudo  la apariencia cinematográfica en las siguientes entregas. Ese golpe sobre la mesa contra el cartón-piedra sentó precedente en la televisión en abierto (los canales de pago siempre fueron palabras mayores), y cada nueva serie que pretendía “cortar la pana” en la temporada de turno subía un poco el listón, hasta el paradójico punto de que a la propia “Lost” se le acusó de cutre en su última temporada.

Los míticos y caros primeros minutos de “Lost”

En lo que respecta al casting, rompió barreras étnicas y estéticas con un plantel de actores fuera del modelo caucásico-apolineo-plastificado imperante. La medida imprimió (mucho) carácter a la serie y también fue trasvasada con éxito a otras producciones posteriores. El aspecto físico, la edad y la raza fuera del canon fueron desde “Lost” menos impedimento para que un personaje alcance un alto grado de popularidad. Ahí tenemos a Hugo Reyes, Hiro Nakamura o Walter Bishop.

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Igualmente revolucionaria resultó la estructura argumental y narrativa de la serie dentro del contexto comercial en el que fue emitida: mezcla de géneros, flashbacks, flashforwards  y sobre todo la absoluta supresión del procedimentalismo imperante por aquel entonces para todo producto televisivo relacionado con la ciencia ficción y la fantasía. Porque recordemos que hasta la mitiquísima “Expediente X” era procedimental en el 80% de sus capítulos. “Lost” fue pensada para el seguidor hardcore, no para el advenedizo que pudiese enganchar en un capítulo cualquiera y empezar a seguirla desde ese punto. O la ves (vives) desde el principio o nada.

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Pero si hay que escoger el “un antes y un después” más importante que estableció “Lost” tenemos que mirar hacia los que la consumimos. Alrededor de la serie se formó un fenómeno fan overground y transnacional, con adeptos que dejamos de esperar por su emisión en los canales de TV de nuestros respectivos países pasándonos al religioso ritual de la descarga vía P2P del capítulo de la semana, disponible a los pocos minutos  de finalizar de su emisión en EEUU (los subtítulos tardaban unas horitas de nada). Nunca antes se hizo así, y nunca después dejó de hacerse, porque seamos realistas, desde “Lost” las series se ven fundamentalmente “por internet”. Resultaba fascinante eso de discutir (y escuchar discutir) en aulas, bares y colas de supermercado sobre la escotilla, los números, DHARMA, Los Otros, el humo negro, Jacob, la estatua de cuatro dedos y tantas otras cosas siendo conscientes de que lo hacíamos a la vez que nuestros homólogos en todas las esquinas de la Tierra, y meses antes de que nada de eso se hubiese visto en las (fracasadas) emisiones nacionales de la serie. Y lo mejor de todo es que por primera vez  existía un producto cultural sobre el que los frikis y los no frikis podían compartir intensas conversaciones, porque la transversalidad del target de “Lost” fue también lo nunca visto.

Los números de Lost

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Pero ¿Qué cualidades de esta serie provocaron semejante movimiento tecno-social subterraneo? Pues nada menos que su carácter tramposo y emo. Todos caímos en las trampas, pero que nos quiten lo bailao, nos lo pasamos de puta madre fantaseando sobre lo que estaba por venir y agonizando por el siguiente capítulo, que por supuesto debíamos inyectárnoslo en vena tan pronto estuviese disponible, o sea recurriendo al P2P. En cuanto a lo emo, sirvió de contrapunto a las partes fantastique más hardcore de la serie, suavizando el conjunto y haciéndolo accesible a un espectro mucho más amplio de público.

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Juliet & Sawyer

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“Lost”, la serie, no está a la altura de “Los Soprano”, ni de “Mad Men”, ni  de“Breaking Bad”, ni de tantas otras . Pero como experiencia integral de consumo de ficción, nada estuvo (y difícilmente estará) a la altura de “Lost”.

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Pd: Este post está dedicado a la gente de Lostzilla, sin la cual la “Experiencia Lost” no hubiera sido lo mismo.

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EP C / B EP

Top30 (XXIX): EP C / B EP

Battles EP C B EP

Allá por el 2006, aún sacaba de vez en cuando  el envoltorio al CD incluido en la Rockdelux. En el número de abril de ese año tocó nada menos que un recopilatorio de Warp Records, con el que se pretendía dar a conocer la política “aperturista” practicada por el sello en los últimos tiempos, en los que la música basada en guitarras dejó de estar vetada en su catálogo. En ese compacto compartían espacio magos de lo sintético como Clark, Plaid o Boards of Canada con gente más apegada a los instrumentos clásicos como Maximo Park, !!!  o mi gran descubrimiento de esa tracklist: Battles.

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Battles – "Tras"

No era yo desconocedor de la etiqueta “math rock”, pero nunca vi tan claro el significado del término como en la música que hacían Battles. El material de la banda editado hasta el momento, “EP C” Y “B EP” (reeditados conjuntamente tras la firma con Warp), conformaban una inquieta e imaginativa búsqueda de patrones rítmicos a través de guitarra, bajo, batería y teclados, adecuadamente procesados mediante un buen surtido de maquinaria analógica y digital. Battles se erigía así como la banda-puente entre el pasado y el futuro de Warp.

Battles

Resulta curioso que una panda de virtuosos en sus respectivos instrumentos, algunos de ellos con un pasado en un mundo tan antielectrónico como el del  metal, se juntaran para producir música con una filosofía tan “de síntesis”, donde el ritmo y las cadencias repetitivas postprocesadas  lo eran todo. Su falta de complejos ante la tecnología subió un nuevo peldaño en su siguiente trabajo “Mirrored”, donde las complejas estructuras sonoras instrumentales se mezclaban con voces pitufadas.

Los Battles, con esos dos EPs de debut, se convirtieron para mi en el ejemplo perfecto de los caminos que debería tomar la música pop del futuro: la integración con “lo electrónico” en formas novedosas e imaginativas.

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Top30 (XXVIII): The Wayward Cloud

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The Wayward Cloud”, titulada en España “El Sabor de la Sandía” supuso mi entrada en el particularísimo universo cinematográfico de Tsai Ming-Liang, y también el inicio de mi pasión por ese tipo de cine vacuo en apariencia pero cargado de significado y poesía visual, practicado por colosos como Jia Zhang Ke, Apichatpong Weerasethakul, Gus Van Sant (en modo no comercial) o el que nos ocupa. Cine puro de verdad, porque su contenido narrativo es intransferible a cualquier otro medio de expresión.

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Aún dentro de esta categoría de cineastas, Tsai Ming-Liang es un caso extremadamente particular. Todas sus películas (menos una) están protagonizadas por el mismo personaje, Hsiao-kang interpretado por Lee Kang-sheng. Así, salvo contadísimas excepciones, cada film del director malayo supone un nuevo capítulo de una de las más grandes biografías ficticias jamás creadas para cine. Yo me subí al carro en el “episodio quinto”, con Hsiao-kang recién metido a actor porno. No tardé nada en repescar lo que me había perdido.

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A nivel fundamental, la historia de Hsiao-kang es también la historia de los millones de personas víctimas del “progreso” hipercapitalista. Personas que viven apiñadas en colmenas de cemento pero están solas, personas que pasean por calles cubiertas de neones multicolor pero están tristes, personas que, en definitiva, viven como zombies, pero sienten como humanos. La hipertrofiada Taipei no es solo una localización, es un personaje, quizá el más influyente en la vida de Hsiao-kang.

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“The Wayward Cloud” es la segunda película de Ming-Liang donde la tónica antinarrativa e hipercostumbrista de toda su filmografía se rompe a través de escapistas secuencias musicales; hilarantes,  bizarras y coloristas, que sin embargo refuerzan los sentimientos de melancolía y alienación que nunca abandonan al espectador durante el metraje. También se presenta en este film otro surrealista recurso de su autor: plantear una situación absurdamente apocalíptica de fondo. En este caso, una alarmante sequía que obliga a la gente a hidratarse consumiendo sandía. Metáforas del verdadero apocalipsis, el que se cuece en el plano psíquico.

Aún con todo, detrás de toda la miseria, soledad y melancolía que supura el cine de Ming-Liang, siempre hay sitio para la poesía y para la magia. Eso que convierte cosas como compartir un cigarrillo,  cocinar unos fideos con marisco o realizar una gracieta acrobática para robar una sonrisa en los momentos más importantes de la vida.

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Top30 (XXVII): Visitor Q

Visitor Q

Tres años después, el proyecto Top30 va llegando a su fin. Es lógico que acercándome ya a la “era blog” en este repaso de mis primeros 30 años como consumidor (sub)cultural aparezcan obras ya referenciadas en entradas anteriores. Es lo que ocurre con “Visitor Q”, y a su correspondiente post les remito. Solo me queda contextualizar un poco la peli respecto a mi evolución cinéfila.

Oldboy

Alrededor del 2004 las conexiones a Internet ya estaban suficientemente evolucionadas como para permitir bajar películas sin problemas. Lo mismo ocurría con el mundillo de los subtítulos “amateur”, organizado en foros y “teams” en casi cualquier esquina del globo de habla hispana. Estos factores dieron acceso popular a todo un universo cinematográfico que hasta el momento nos había sido negado por los medios de distribución “oficiales”. Ese cine asiático del que los entendidos hablaban maravillas estaba al alcance de nuestra mano, y lo consumimos con fruición. Había de todo, pero en el sector, llamémosle, “que fuerte neng!!” tres realizadores eran los favoritos del público:  Kim Ki-Duk con cosas como “La Isla” o “Samaria”, Park Chan-wook  y su mitificadísima “Oldboy”, y como no, el incombustible Takashi Miike, capaz de lo mejor y lo peor con su frenético ritmo de producción de alrededor de 5 películas al año por aquel entonces. Es curioso ver como los dos primeros han perdido fuelle con el paso del tiempo mientras que Miike sigue a lo suyo, fiel a su radical estilo  y cada vez mejor considerado tanto a nivel crítico como comercial: No falta película suya en todo festival puntero, y ya encadena varios taquillazos en Japón.

Takashi Miike

“Visitor Q” fue el primer o segundo “miike” que consumí, y desde entonces no me he  apeado del carro.  Lo que no esperaba en absoluto es que dicho film se convirtiese para mí en la puerta de entrada al universo “Dogma”. La de Miike, sin respetar algunos de los mandamientos del manifiesto, es prácticamente una película Dogma. Hasta el momento no le había hecho mucho caso al jueguecito de Von Trier y Vinterberg , pero “´Visitor Q” me permitió ver las posibilidades de esa forma de hacer cine. En cualquier caso esta actitud pseudo-Dogma de Miike a la hora de realizar el film ejemplifica otra de las grandes virtudes del cineasta: La adaptación a su idiosincrasia  de todo tipo de hallazgos de vanguardia ignorados o vagamente explotados más allá de sus impulsores iniciales.

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Top30 (XXVI): X-Force/X-Statix

A principios de los dosmiles, la entrada de Joe Quesada como Editor in Chief en Marvel supuso una auténtica revolución para la editorial en particular y el cómic mainstream americano en general. La “Casa de las Ideas” no atravesaba su mejor momento, continuando una política editorial a todas luces agotada tanto en lo creativo como en lo económico: Franquicia mutante a la deriva y sin rentabilizar el éxito de la película; Spider-man dando tumbos entre interminables reseteos y/o nefastos eventos “impactantes” que no le dejaban levantar cabeza, y el resto de series saliendo un poco del pozo noventero al que habían sido arrojadas, pero aún sin la suficiente pegada.

384-1 Spider-Man Chapter One #1

Quesada cambió todo a base de fuerza creativa renovada: Mezcló los mejores autores “de la casa” con gente de la esfera independiente y con habituales de DC/Vertigo, a los que arrastró a la competencia a golpe de talonario y promesas de libertad creativa en títulos punteros. Los resultados fueron dispares, pero el tiempo hace olvidar los fiascos y recordar los aciertos, que fueron espectaculares, y cambiaron el paradigma vigente en cuanto al modo de producir tebeos de superhéroes. Un puñado de títulos quedaron grabados en mi memoria subcultural, pero si tengo que quedarme con uno, como representante de esa nueva ola, sería el ”X-Force” de Peter Milligan y Mike Allred, y su continuación “X-Statix”.

X-Force #116 - página 8

Para explicar la naturaleza de este título empecemos con los autores: Con Milligan y Allred se juntaron el hambre y las ganas de comer en cuanto obsesión por la cultura pop y el concepto de “fama”. Ya habían colaborado esporádicamente en alguna cosita, pero la que nos ocupa fue su gran obra conjunta, dónde sus universos se fusionaron para formar un todo que mejoraba a cada una de sus partes. El dominio de la imaginería pop por parte Allred unido a la capacidad de Milligan para captar el pulso de los tiempos dieron como resultado una obra disfrutable a varios niveles, llena de referencias a temas de actualidad y que se adelantó a su tiempo en esto de exponer el funcionamiento del star system, por dentro y por fuera, con sus grandezas y miserias.

X-Force 118

“X-Force” no era un título nuevo. Se trataba de una cabecera creada para gloria y lucimiento de Rob Liefeld diez años atrás, en plena era de los dibujantes hot. En una especie de metarreferencia al “nuevo orden” instaurado por Quesada, los autores ubicaron allí a sus nuevos personajes, que no tenían relación alguna con lo visto en los 115 números anteriores. La nueva “Fuerza-X” estaba compuesta por mutantes, pero no eran temidos ni odiados, sino que formaban parte del show business con todo lo que ello conlleva: merchandising, asesores de imagen, clubs de fans, acoso de la prensa… pero Milligan no se limita a clichés más o menos establecidos y hurga todo lo que puede en la herida de eso de “querer ser alguien” con una profundidad poco usual para la época: Nuestros “héroes”  padecían una obsesión enfermiza por ser “lo más”, no podían soportar que sus propios compañeros (incluso parejas) les superaran en popularidad.  Hasta aquellos que se alistaban por otras razones, como Orphan, acababan infectados con el virus-fama tras un tiempo en el equipo.  En un primer golpe de genialidad, el primer episodio presentaba a una serie de personajes, con su contexto vital, esbozando líneas de desarrollo futuro para los mismos, pero al final del capítulo… casi todos acababan muertos en una misión, siendo sus sustitutos y un par de supervivientes los verdaderos protagonistas del resto de la serie. A los lectores nos quedaba claro que allí los superhéroes, como sería lo lógico,  mueren fácilmente, y los (miles de) candidatos para sustituir vacantes lo saben, pero no les importa. ¿Puede existir una metáfora mejor para explicar lo que ocurre con Gran Hermano y otras telerrealidades, en las que los concursantes se exponen voluntariamente a sepultar toda  su vida anterior por cinco minutos de fama y un puñado de bolos en discotecas?

X-Force #116 - página 22

Pese a la apariencia “liviana” y poppie del tebeo a primer golpe de vista, lo cierto es que allí se desarrollaba un contexto de  ultraviolencia, lujuria y tratamiento realista de las relaciones humanas poco compatible con el mítico sello censor “Comics Code Authority”. En una maniobra sin precedentes, Marvel prescinde del código, primero en este título y poco después en todos los demás, imponiendo su propia calificación por edades. Toda una revolución para el mainstream americano, subyugado a los dictados  del Code desde los años cincuenta. Diez años después (hace unos días, de hecho) la anquilosada DC Comics se ha atrevido a dar el paso, dejando este nefasto símbolo ”castrador” virtualmente muerto.

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El apartado gráfico resultó también un auténtico festín. Allred no se adocenó por el hecho de trabajar a sueldo para la “gran industria”, y dejó un buen montón de momentos alucinógenos, llenos  de experimentación y unos cuantos guiños al imaginario colectivo visual. Como no podía ser de otra forma, el artista fue incapaz de mantener el ritmo de entrega mensual y tuvo que dejar en manos de  terceros algún que otro episodio suelto, pero hasta en este impopular asunto el editor Axel Alonso dio en el clavo contratando a unos sustitutos de auténtico lujo: Duncan Fegredo, Darwin Cooke, Paul Pope… una sucesión de estrellas que casi hacían desear que a Allred se le echara el tiempo encima más a menudo.

X-Force #123 - página 18 

En fin, un tebeo de los que hacen época, tanto por su calidad como por lo que demostró: que las fronteras entre lo mainstream y lo alternativo pueden ser extremadamente finas y que ningún género es inherentemente malo para tratar según que temas, todo depende del talento que haya detrás para poner la cosa en marcha.

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South Park

Top30 (XXV): South Park

South Park

Reivindicar “South Park” en este blog es un acto de pura redundancia, pero precisamente por lo mucho que me gusta la serie tengo que meterla en este Top30 que ya va en la recta final de mi cronología subcultural.

Les dejo pues, un resumen en epígrafes que explican por qué considero la obra magna de Trey Parker y Matt Stone la mejor serie “adulta” de todos los tiempos:

Idas de olla altamente sensatas: “South Park” es conocida popularmente por su humor bruto, lleno de tacos, violencia y (supuesta) falta de respeto hacia personajes y colectivos, pero eso solo es una fachada a la verdadera esencia de la serie. Detrás de todas las “atrocidades” que ocurren en cada capítulo, Parker y Stone consiguen extraer una moraleja de una lucidez descomunal, de lo más sensato que se puede ver en televisión. No tengo la menor duda de que siguiendo la filosofía southparkiana, el mundo sería mucho, mucho mejor. El caso de las viñetas de Mahoma, la polarización radical Obama/McCain, la obsesión consumista hacia ciertos productos,  la doble moral de Disney, la incomodidad post 11-S en los aeropuertos, la transexualidad… todo esto y mucho más se analiza en la serie con un rigor que ya quisieran muchos programas de actualidad serios.

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Rabiosa actualidad: Desconozco la mecánica de trabajo practicada por los responsables de “South Park”, pero solo la puedo calificar de impresionante en cuanto a velocidad de respuesta a la actualidad. Son capaces de reaccionar ante eventos ocurridos tan solo un día antes de la emisión del capítulo. Consiguen dar a una producción animada la inmediatez de una viñeta de prensa, y eso no es nada fácil. Por ello, “South Park” siempre estará al pie del cañón, exponiendo su lúcida versión de la realidad tan rápido como lo puede hacer cualquier medio de comunicación de su misma periodicidad.

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Filosofía Blockbuster: Si uno es fan de los blockbusters cinematográficos, su serie es “South Park”. Un buen número de sus episodios son auténticas joyas del género condensadas en 20 minutos. Parker y Stone comprenden a la perfección los mecanismos de esas películas revientataquillas y los utilizan para dar salida a sus delirantes argumentos.  Así, convirtieron la elección de Obama en un elaborado plan a-la “Ocean’s 11” para robar un superdiamante, a la PSP en un instrumento puesto en la Tierra por los dioses  para elegir al nuevo mesías o a “Grandes Esperanzas” de Dickens en un relato de ciencia ficción con ingeniería genética de por medio.

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Surrealismo desbocado: En los últimos tiempos, el adjetivo “surrealista” ha sido utilizado indiscriminadamente  para designar a productos de la cultura pop que no   merecían tal calificativo en absoluto. Se habla de surrealismo en los productos Pixar, en “Los Simpson”,   o en (válgame Dios) “Friends”,  pero en “South Park”  podemos encontrarlo en su forma más pura: Kenny muriendo en cada episodio, la imaginación destruida por misiles, las multitudes huyendo despavoridas del Cambio Climático… lo concreto se convierte en abstracto, lo abstracto en concreto, la continuidad narrativa espacio-temporal desaparece, y lo fantástico irrumpe repentinamente sin llamar demasiado la atención de los personajes. Sin embargo, todo parece tener sentido, porque todo se mueve en la lógica de la metáfora, construyendo una realidad más real que la realidad misma. Superrealidad. Surrealismo.

South Park Forever !!!: Pasan las temporadas, ya van 14, con muchos episodios brillantes y otros no tan brillantes, pero nunca bajando el nivel, sino que mejorando con el paso de los años. Esa serie que se hizo popular por su humor basto, y  precisamente por ello muchos nos la imaginábamos como flor de un día, se acabó convirtiendo en la que mejor resistió el paso del tiempo… Porque incluso “Los Simpson” en su temporada 14 ya era una serie zombie. Ojalá que dure muchos años más a ese nivel, y que cuando acabe no sea por baja audiencia, sino (al estilo Gran Wyoming) porque toque alguna fibra suficientemente sensible a alguien suficientemente poderoso como para acabar con ella, dando así un final digno y mítico a uno de los mejores productos audiovisuales de la historia de la cultura pop.

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Top30 (XXIV): La Pianista

Michael Haneke

Es curiosa la forma en que la figura de Michael Haneke está siendo cuestionada en los últimos tiempos. Lo digo porque ahora es criticado por la misma razón que otrora era alabado: por su crítica feroz hacia la clase acomodada europea. Ahora resulta que su discurso es paternalista, intelectualoide,  patatín patatán. Yo, ni caso. Toda su filmografía, a excepción de la aburguesada “La Cinta Blanca” me parece una pasada, y, aunque la primera película suya que degusté fue “Código Desconocido”, la que me atrapó de verdad fue “La Pianista”. Por supuesto, a partir de su visionado, poco a poco e Internet mediante, recuperé sus obras anteriores.

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Erika, la profesora de piano protagonista del film, es una representación (en versión extrema, eso si) del modelo social predominante en el “primer mundo”: el individuo amargado. Ése cuyas aspiraciones se vieron truncadas por la dura realidad y sufre por ostentar una situación económica, social y/o cultural muy diferente a lo que tenía planeado para si mismo. Esta carga de pura frustración será escupida en el día a día sobre el resto de sus congéneres, lo que ayudará a generar más frustración, en un círculo vicioso de degradación social interminable.

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Erika desearía haber llegado más lejos en su carrera como pianista, pero se tiene que conformar con ser profesora, enseñando a jóvenes que odia con toda su alma, pues pueden alcanzar las metas que a ella le han sido negadas. Vive con su también amargada madre, en una espiral de realimentación autodestructiva devastadora para ambas. Sus pulsiones masoquistas acaban en heridas cada vez más peligrosas… Pero a Erika le sale un salvador, Walter, un hombre mucho más joven que ella, de mente abierta y éxito en la vida. Walter se siente atraído por Erika y desea rescatarla del pozo vital en el que se encuentra… pero la pianista es un hueso duro de roer, y al final es Walter quien manifiesta su monstruo interior, una personalidad realmente terrorífica que viene a decirnos que ser bueno y bienintencionado es fácil cuando tenemos el camino despejado, pero en el momento que surgen los problemas, las personas sacan su verdadera cara.

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Ni que decir tiene que la película no sería la misma sin su actriz principal, una soberbia Isabelle Huppert capaz de componer un personaje frío y estoico de los que marcan época. Comentar también que la escritora de la novela en la que se basa el film, la austríaca Elfriede Jelinek, recibió el Nobel de literatura unos años después. Desde entonces las librerías españolas se llenaron de sus  (antes inéditas) obras. Lo intenté con alguna, pero su prosa excesivamente recargada no es lo mío, y queda muy lejos de la (mucho más de mi gusto) narrativa minimalista de Haneke.

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Top30 (XXIII): Los Soprano

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Se dice que con “Los Soprano” comenzó la era dorada de las series de TV en EEUU.  Su valiosísima combinación calidad/popularidad hizo posible que las cadenas se atrevieran a ir un poco “más allá” con sus productos. “Six Feet Under”, “The Wire”, “Deadwood”,”Sons of Anarchy” y tantas otras deben en parte su existencia al camino abierto por esta obra magna creada por David Chase.

No voy a enumerar aquí las excelencias de la serie porque ya lo hice anteriormente en dos post (parte 1, parte 2) a los que les remito. Solo decir que, a falta de visionar aún mucho (supuesto) buen material, sólo he encontrado una serie que realmente pueda poner a la altura de la que nos ocupa, la magnífica “Mad Men”, a la que recomiendo echen un ojo.

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La Caída

Top30 (XXII): La Caída

No sé ustedes, pero en lo que a mí respecta, una vez introducido en el mundo laboral me di cuenta que ciertas “prácticas intelectuales” solo son posibles disponiendo de ingentes cantidades de tiempo libre… o sea, haciendo vida de estudiante.

La Caída

En ese saco metería sin duda mi obsesión por el Existencialismo ocurrida a principios de los dosmiles.  Leí un buen montón de novelas, obras de teatro y ensayos pertenecientes a esta corriente filosófica. Ahora, visto con perspectiva, puedo decir que todo lo que realmente me interesa del tema está contenido en una novela: “La Caída” de Albert Camus.

Se dice que Camus fue un excelente novelista, pero un filósofo bastante limitado. Soy de los que pienso que sí era un buen filósofo, pero que expresaba mejor sus ideas sobre una novela que en forma de ensayo, cosa que  los puristas de “lo teórico”  miran con cierto desdén. Las ficciones son más adecuadas para plantear interrogantes sin respuesta clara, o con respuesta ambigua, y en esos terrenos Camus se mueve como pez en el agua. Precisamente en “La Caída” desarrolla, entre otros, un tema clave del pensamiento existencialista: el juicio de “el otro” sobre uno mismo. Este asunto se asocia habitualmente a su colega Jean Paul Sartre, pero en lo que a mi respecta saqué más en limpio de esta novelita que de los tostones sartreanos.

La cosa va de un abogado bienhechor, enchido de satisfacción por su propia bondad y el respeto y admiración que inspira en sus amigos y conocidos. Una fría noche paseando al borde del Sena, le parece escuchar un grito proveniente de un puente. No ve a nadie, pero sospecha que alguien podría haber caído al agua. Para evitar el dilema moral de acudir o no al rescate, que implicaría un gélido y peligroso chapuzón, se hace el tonto y sigue andando sin comprobar nada. En los días posteriores, el (secreto) suceso comienza a obsesionarle cambiando su percepción de la realidad: a lo mejor no era tan querido, ni tan bueno, ni tan poco egoísta, y a lo mejor sus amigos no eran tan amigos… Infierno psicológico montado, con reflexiones tan ambiguas que el lector ha de sacar sus propias conclusiones acerca de la situación.

Respecto al dilema inicial del rescate, yo tengo una respuesta clara, y es la misma que da el personaje de  Woody Allen en “Manhattan”:

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Actualización/Corrección: Tras echarle una ojeada a la novela caigo en la cuenta de que el suceso del puente difiere un poco a como yo lo cuento, el narrador/protagonista no oye un grito sino «una risa que se alejaba» y que «solo podía venir de abajo»… osease, que el teórico accidentado podría ser un suicida. En fin, hace casi una década (ya?!) que leí el libro y mi memoria no es perfecta.

Anteriormente en Top30:

Intro (qué es Top30)
Ulises 31
Los 4 Fantásticos
Secret Wars
Transformers
Batman y los Outsiders
Batmanía
Dragon Ball
Darkseed
Parque Jurásico
John Byrne’s Next Men
Trilogía Nikopol
La fOntana y la sOnda
12 Monos
Pulp Fiction
Wipeout
Brut Comix
La Casta de los Metabarones
Ænima
Carretera Perdida
The Invisibles
Cosecha Cinematográfica del 99

Top30 (XXI): Cosecha Cinematográfica del 99

Tercera vez que hago trampa con el Top 30. En las reglas de esta  mi trayectoria biosubcultural en formato lista indiqué que cada puesto estaría ocupado por una sola obra. Cuando barajé las opciones para la entrega 21, que sería una peli, me di cuenta que muchas de las candidatas fueron estrenadas en el 99. Pues ya está, rompo la norma y las meto juntitas bajo el epígrafe que ven arriba.

Lo cierto es que 1999 fue un excelente año para la cultura pop. Sería que se acercaba el cambio de milenio, y tanto creadores como industria forzaron un poco sus límites para ofrecer productos acorde con los apasionantes nuevos tiempos que llegaban. Por supuesto, al final la revolución se quedó en nada, y de hecho los primeros dosmiles fueron bastante mediocres… Bueno no me enrollo y vamos al grano:  

Matrix
Muchos reniegan ahora de esta peli, pero lo cierto es que en su día TODOS la vimos y TODOS flipamos. Que nadie se lleve a engaños, la obra maestra de los Wachowski fue realmente revolucionaria en muchísimos aspectos: Trasladó con éxito los mejores recursos del anime a la imagen real, marcó un antes y un después en el uso de los ordenadores para el desarrollo de  efectos visuales, introdujo elementos hard sci-fi en un contexto de cine comercial y aún así fue un exitazo, combinó a Platón y Descartes con hostias  y robots sin que el conjunto chirriara lo más mínimo, reivindicó sus influencias geek elevándolas al mainstream (¿eso fue bueno o malo?)… y no sigo porque no acabo.

The Matrix

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La de Cronenberg tuvo la mala suerte de ser comparada con “Matrix” por compartir ambas el tema de las realidades virtuales, aunque realmente muy poco tuvieran que ver la una con la otra. Para mí, como fan del director canadiense, la película supuso dos hitos: poder ver por primera vez una película suya en pantalla grande, y la vuelta (en plena forma) a sus orígenes más fantastic tras la batería de (excelentísimas) adaptaciones de material ajeno que lo mantuvieron ocupado los tres lustros anteriores. Una revisión del imaginario y obsesiones de sus inicios como director con el valor añadido de la experiencia acumulada. Pena que desde aquellas no se volviera a atrever con otro guión basado en una historia de creación propia. Aún no doy la cosa por perdida.   

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El Club de la Lucha
Cuando salí del cine tras verla, pensé dos cosas. 1: “El Club de la Lucha” se convertirá en “La Naranja Mecánica” de nuestra generación. 2: Muy bien lo va a tener que hacer David Fincher en el futuro para que esta no sea la película por la que será recordado por los siglos de los siglos.  Creo que acerté en ambos casos, y que nadie me diga “pues a mí me gustó más Zodiac” porque no  me lo trago.  El catálogo Ikea transformado en recurso narrativo, un antisistema que no renuncia a vestir cool (bueno, eso ya pasaba en Invisibles), gaytosterona a raudales, la Fox produciendo un film de presupuesto millonario lleno de “ideas peligrosas”: No lo duden, la etiqueta “post-todo” nació con esta película. Aunque últimamente lo tengo abandonado por repetitivo, desde aquellas Palahniuk se convirtió en un fijo de mis consumos literarios.

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Eyes Wide Shut
Otra primera (y lamentablemente, también última) vez en pantalla grande  para uno de mis ídolos cinematográficos, nadie menos que Stanley Kubrick. Una película discutible en ciertos aspectos y brillantísima en muchos otros. Lo mejor de todo, el carácter de ensoñación que consiguió imprimir el director neoyorkino a lo largo de todo el metraje. Un broche de oro para la carrera de un creador genial.

Eyes Wide Shut

Cómo ser John Malkovich
Ésta se estrenó en España en 2000, pero  a finales del 99 en los States, así que la meto también en el pack. ¿Que quieren que les diga sobre ella? Supuso la entrada con honores de Spike Jonze y Charlie Kaufman en el 9º Arte, y demostró que los realizadores de videoclips podían pasarse al largo con una amplitud de miras más allá de Michael Bay y otros popes del montaje frenético y el movimiento de cámara desquiciado. Tirando del hilo, descubrí a otras grandes figuras del videoclip, como Chris Cunnigham, Michel Gondry, Mark Romanek… Por cierto, sobre el subterráneo debate Jonze/Gondry, mi veredicto es que Gondry gana en formato corto y Jonze en largo. Además este último fue capaz de mantener el tipo sin Kaufman al guión.

BeingJohnMalkovich

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