Ya de vuelta tras una semana en Bélgica. Nunca antes había estado en un país con semejante arraigo comiquero en su ADN cultural. No iba a ciegas, con 30 años de afición a mis espaldas sabía lo que se cocía por allí, pero presenciarlo en vivo me ha resultado fascinante. El panorama superó mis expectativas.
Dejando ya aparte el omnipresente merchandise de Tintín (para el que siempre hay hueco en cualquier librería generalista, kiosko o tienda de regalos), se aprecia una sólida infraestructura comercial en torno a la BD. En Bruselas las librerías especializadas abundan. Si estás interesado en el tema no tienes que buscarlas, te sorprenden en cualquier esquina, y en algunas calles céntricas te puedes encontrar tres o cuatro casi seguidas. Llama la atención también la gran presencia del mercado de segunda mano y saldos: los establecimientos generalistas del ramo dedican a los álbumes de BD una buena proporción de su superficie, y muchas librerías especializadas ostentan un carácter mixto, con tanto (o más) espacio dedicado a la segunda mano como a los volúmenes nuevos.
Un buen indicador de la madurez del mercado francobelga es la “especialización dentro de la especialización”. Aunque lo normal en las librerías de cómic es tener de todo, algunas de ellas están dedicadas en exclusiva a cierto tipo de material. Las he visto especializadas en cómic americano (con un Capitán América a tamaño natural que impresionaba), en cultura japonesa, en BD explotation… una maravilla
Una vez que empiezas a inspeccionar el género, recibes el segundo shock: en España solo conocemos la punta del iceberg de la producción tebeística francobelga. Pese a todos los Cimocs, Totems, Metal Hurlants y 1984s a mis espaldas, he sacado la aplicación de notas del móvil para apuntar multitud de series y autores que no conocía. Aún dentro de los autores previamente conocidos, descubrí cantidad de obra suya inédita por estos lares: Jodorowsky, Boucq, Leo, Schuiten… aún queda mucho de ellos por traducir al español.
Pero dejemos las librerías. En Bruselas la BD está muy presente en la calle. A lo largo de la ciudad se reparten decenas de murales dedicados a los autores y personajes más populares de la escena. Sin haberme planteado hacer la “Ruta de la BD”, he visto por lo menos 20 de ellos. En esta ciudad, el cómic es un reclamo turístico más. La Histoire de la Belgique contada por Cowboy Henk y el Brüsel de Schuiten y Peeters se venden por todos lados; a éste último, Herge y Jacobs se le das tanta importancia como a Horta o Magritte. Personalmente, regresé con ganas de releer Las Ciudades Oscuras y empezar con Blake & Mortimer.
En definitiva, creo que en Bruselas puedo decir que he experimentado lo que un porrero en Amsterdam. He estado en una pequeña parcela del Paraíso dedicada a una de mis grandes aficiones.
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