La figura de Alan Moore es un referente fundamental para casi todo aficionado al cómic. Trabajos míticos como «Watchmen» y «V de Vendetta» lo han alzado en un pedestal de gloria y admiración tal que no son pocos los que hablan de él como «El mejor escritor de cómics de la historia», un revolucionario del medio que ha elevado este despreciado arte a cotas nunca antes vistas, etc, etc, etc….
No tengo nada contra Moore, de hecho me parece un espléndido escritor, pero esa mitificación a la que está siendo sometido me saca de mis casillas. Primero, porque elevar de tal manera a un artista sobre sus colegas deja una sensación de que en esa disciplina reina la mediocridad generalizada. Y segundo, aunque el título «World’s Finest» es imposible de adjudicar, hay muchos compañeros que le superan de largo en muchos aspectos de esta faceta artística, y por tanto, mejores candidatos para ese imposible puesto. En qué sentido Moore no es tan bueno? Aquí mis respuestas:
Géneros
A la hora de escribir una historia de «género», existen unos códigos establecidos a los que aferrarse. Autores posmodernos como los Hermanos Coen, Quentin Tarantino (en cine), Frank Miller y el mismo Alan Moore se han ganado su (merecida) fama analizando, deconstruyendo, retorciendo e incluso ampliando esos códigos genéricos. Al contrario que cierta fauna intelectualoide, no considero el material de género como naturalmente inferior al resto, pero una cosa es cierta: con los géneros es más facil impresionar al lector. Me explico: cuando tu historia está ambientada en universos fantacientíficos, épocas lejanas, entornos criminales, conflictos armados, etc, no hace falta prestar tanta atención a la construcción de personajes como, por ejemplo, para hacer charlar a dos personas normales en una cafetería, el espectacular entorno ya hace la mitad del trabajo a la hora de encandilar al lector. Por otra parte, dar profundidad psicológica a un personaje elaborado con grandes dosis de ficción es mucho más fácil que hacerlo de otro apegado a la realidad. No existen modelos reales con los que comparar al Joker, Dr. Manhattan o «V», sin embargo autores como los Bros. Hernandez, Crumb o Taniguchi tienen que lidiar con realidades bien conocidas por los lectores para obtener una crítica positiva.
La gran mayoría del trabajo de Moore pertenece a un género con altas dosis de fantasía como es el superheroico. Obras como «From Hell» están más apegadas a la realidad, pero no pueden desprenderse de componentes fantásticos. Que yo sepa, la única obra de Moore totalmente libre de esos ambientes es «Un Pequeño Asesinato», buena, pero que no alcanza en su ámbito el calibre que «Watchmen», «V de Vendetta» o «La Liga de los Caballeros Extraordinarios» tienen en el mundillo de los superheroes.
En resumen: Moore produce obras grandiosas, pero en entornos temáticos que facilitan bastante el trabajo de un escritor.
Cerebro vs. Intuición
Probablemente «Watchmen» sea el cómic más milimétricamente planificado de la historia del medio . Era normal que Moore usara hasta dos páginas de guión para describir una sola viñeta. En esta magnífica obra, absolutamente nada era dejado al azar, el más pequeño de los efectos de la narración sobre el lector fue pensado de antemano. Capas y capas de significación hacen que, cada pocos años, los lectores rescatemos nuestro tomo de la estantería, emprendamos su relectura y descubramos cosas nuevas.
Esa forma de trabajar, llamemosla «cerebral», da buenos resultados en ciertos tipos de historias, pero perjudica a otras. En «From Hell» o «Promethea» Moore lleva a su terreno estilístico conceptos tan intuitivos como la Magia, el Simbolismo o el Surrealismo. Incapaz de empapar a los lectores con esos conceptos de forma sutil, no le queda más remedio que teorizar. Los personajes de sus obras «mágicas» no se cansan de recitar las bases teóricas de esta disciplina. Queremos historias gráficas, no manuales ilustrados. Nadie se imagina a los personajes de «Un Perro Andaluz» recitando el manifiesto surrealista, ni a las protagonistas de «Mulholland Drive» conversando sobre la abstracción, sin embargo, el espectador, al ver dichas películas, siente esos conceptos, aún sin haber oido hablar de ellos anteriormente.
Especialmente grave es el caso de «From Hell». Además de la teoría que tenemos que chupar dentro del propio cómic, se hace indispensable leer la abultada sección de notas del autor para llegar a una buena comprensión de éste. Las anotaciones extensas no son raras en la edición literaria, pero normalmente se incluyen en reediciones de obras escritas originalmente para publicos en contextos históricos y culturales muy lejanos a los nuestros. O sea, es normal que «El Quijote», «La Divina Comedia» o «Ulises» estén muy anotadas, pero material actual, aun ambientado en otra época, no puede depender de esa manera de anexos explicativos.
Las notas de «From Hell» nos hacen ver el tremendo trabajo de documentación que realizó el británico. Pero no nos engañemos, muchos autores de cómic se documentan tanto o más que él, pero no lo predican en textos de apoyo. Gigantes del género histórico como Bourgeon, Cothias o Hermann probablemente eclipsen a Moore en ese aspecto, y reflejan la buena documentación en el propio guión, con una carga teórica nula o la mínimamente necesaria.
Temas mágicos aparte. La dependencia de Moore de esta forma de crear tan intelectual hace que, muchas veces no capte el pulso vital de los personajes. Estos son psicologicamente ricos, pero su riqueza es más de manual de psicologia que de «a ras de suelo». Una dictadura fascista, un mundo al borde del apocalipsis o la Inglaterra victoriana son ambientes suficientemente frios para que su concepto de psicología cuele. Sus personajes pueden tener multitud de capas, pero solo las que él les ha adjudicado. No es capaz de imbuirlos de alma como hacen los Hernández, Carlos Sampayo o Hermann, por decir tres.
Concluyendo
Alan Moore se ha labrado su reputación a base de crear historias de narrativa compleja, exhaustivamente pensadas, ubicadas en contextos «exóticos» y respaldadas por conceptos «difíciles» con explicación incluida . Estas características son muy valoradas por el lector, pues dan una imagen tangible de que la obra que las contiene está muy trabajada. Sin embargo, el autor británico flojea en otros aspectos más sutiles e intuitivos. Un perfecto equivalente cinematográfico lo tenemos en Stanley Kubrick, un director obseso del control, capaz de entregar películas bellísimas (recurriendo casi siempre a los géneros) a base de insistir en plasmar sobre el celuloide exactamente lo que tiene en su cabeza. En cualquier fotograma de sus películas se puede apreciar el trabajo que hubo que realizar para su obtención. Sin embargo, se percibe cierto acartonamiento interpretativo en muchos actores cuando trabajan con él, además de un didactismo narrativo que saca a relucir la «miga» de los films, pero también deja a la vista los «engranajes» de éstos. Esos defectos vienen derivados del exagerado control de Kubrick sobre elementos que debería dejar un poco más al azar.
En cualquier caso, deseo que a Moore se le quite un poco la tontería de la cabeza y vuelva (por enésima vez) a hacer cómics, y si son de superheroes y acompañado de buenos dibujantes, mejor que mejor.
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