Visitor Q

En estos tiempos, todo realizador un poco cool tiende a retratar a la familia como una institución extremadamente perjudicial para el idividuo, generadora de la mayor parte de las neurosis enquistadas en nuestra sociedad. Pero ahí está Takashi Miike, pasándose lo moderniki por el arco del triunfo, y dándonos films pro-familia que dejan a sus antagonistas ideológicos a la altura del betún. Y sin duda, su creación suprema en este género es «Visitor Q» (2001).

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Rodada siguiendo muchos de los postulados «Dogma 95», pero nunca encorsetada a ellos, la película cuenta cómo una familia extremadamente disfuncional, acoge a un extraño visitante en su casa, que, cual ángel benefactor, tratará de areglarles la vida. Suena a manido e incluso azucarado, pero no se engañen, aquí el adjetivo «disfuncional» toma plenamente su significado: La madre es heroinómana y se prostituye para financiar su adicción, el hijo pequeño se dedica a darle palizas a su madre (con su colección de atizadores), el padre pasa de todos y la hija mayor, para variar, puta también. La primera escena de la película ya impacta: Vemos una sesión de sexo en hotel entre una joven prostituta y un hombre de negocios, con unos diálogos bastante pasados de rosca y, solo al final del bizarro encuentro descubrimos que son… padre e hija!. Si, así nos presenta Miike a dos de los protagonistas.

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El surrealismo campa a sus anchas por toda el metraje. Pero que nadie se asuste, es surrealismo del bueno. No encripta el mensaje del film, sino que lo hace más evidente. Dicho mensaje se puede resumir en dos puntos.

Primero: La familia, como todo en esta vida, no es perfecta, y hay que aceptarla como tal. Hemos de librarnos de ese condicionamiento cultural que hace que esperemos lo idílico de la realidad, generando frustración a mansalva. Toda esa chusma reaccionaria que no para de echar pestes contra Son Goku o Shin Chan, debería fijarse un poco en ciertas sitcoms americanas. Cosas como «Los Problemas Crecen» o «Padres Forzosos» maleducan sin parar generación tras generación.

Y Segundo: La familia, más que aportar malestar al exterior, se lo traga. En general, la gente anda quemadísima y estresada en sus ocupaciones, pero tiene que guardar las formas por ahí fuera. Esa tensión acumulada es liberada injustamente sobre hijos, padres o abuelos, ya sea consciente o inconscientemente. Ya saben lo que dicen sobre la confianza.

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El devenir de los hechos provoca una toma de conciencia de los personajes sobre esas dos cuestiones. El final puede que no sea muy feliz, ni libre de problemas, pero los miembros de esta (no tan según que cosas) bizarra familia acaban más unidos, que ya es bastante positivo (y sin azucar!).

Soy consciente de que los clips youtuberos pueden estropear el visionado posterior de una película, pero también lo soy de que muchos de ustedes no verán la que nos ocupa. Así pues dejo estos clips a modo de pasdísimas postales cinematográficas:

Presentación del Visitante Q (despertando conciencias):

La frustración del prepuber (y la madre pagando el pato):

Filosofando ante un cadaver fresco (lo que sigue se lo imaginan):