Ya han pasado tres años desde que Jodorowsky y Giménez finalizaran la célebre saga de los Metabarones. El chileno prometió continuar las aventuras de Sin Nombre en una nueva serie, esta vez con dibujos del exquisito Travis Charest. La lentitud del nuevo artista era de sobras conocida, pero nadie se esperaba que entrado 2008 aún no hubiera entregado el primer volumen. Imaginense como le sentará la situación a Jodorowsky, capaz de producir guiones como si fueran churros.
Ante este tremendo parón, Jodo saca de la manga un recurso ya clásico en su carrera: una precuela con otro dibujante. «Castaka» nos cuenta la historia de los ancestros de Othon, el pimer metabarón. Aunque los conocimos como moradores del planeta Marmola, la nueva serie nos remonta mucho más en el pasado, situando la acción en Ahour-La-Enana, un mundo todavía poco tecnificado más cercano en ambiente a la fantasía heroica que a la space-opera. Este entorno fantastico le viene como anillo al dedo al nuevo dibujante, el paisano Das Pastoras, curtido en el tema tras dos álbumes de «Los Heresiarcas«. Frente a los ambientes metálicos y mecanizados que creara Giménez, el gallego nos muestra paisajes naturales exhuberantes, llenos de animales y plantas que no existen, pero que transmiten sensación de que podrían existir. Otro apartado especialmete interesante es el diseño de vestuario, al igual que en los trabajos de Frank Quitely, da la impresión que los vestidos y las armaduras de combate no han sido dibujados, sino fabricados, te puedes imaginar hasta los materiales que se utilizaron para su confección. Quizá el único defecto de la parte gráfica sea la rigidez de las figuras, pero eso puede transformarse en una virtud si pensamos que, en combinación con las miradas, texturas de piel y unos físicos imponentes, los personajes transmiten una sensación de extrañeza que refuerza su dimensión mítica.
Quien leyera «La Casta de los Metab…, mejor dicho, quien leyera algo de Jodorowosky ya se puede imaginar de que va la cosa: ritos iniciáticos, mutilaciones, traumas familiares, batallas ultraépicas y simbolismo a go-go. Jodo es un escritor de fórmula, pero hay que admitir que su fórmula está de puta madre: técnicas narrativas de culebrón utilizadas para dar soporte a preceptos filosóficos post-jungianos. Aunque siempre cuente la misma historia, unas veces le sale mejor que otras, y ésta ha sido de las buenas.
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