Christopher Hampton

Cine Teatral

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Coinciden estos días en las carteleras dos películas que comparten un par de características remarcables: Son adaptaciones de piezas teatrales y fueron dirigidas por sendos maestros indiscutibles del séptimo arte. Creo que vale la pena comentar lo que ha salido de estos procesos de conversión en base a la naturaleza de las obras originales y las soluciones aportadas por sus respectivos realizadores.

Un Dios Salvaje - Polanski dirigiendo

Por parte de Roman Polanski nos llega “Un Dios Salvaje”, adaptación de la minimalista pieza de Yasmina Reza: Dos parejas de padres se reúnen en el piso de una de ellas (única localización) para  resolver cordialmente una disputa entre sus respetivos hijos que terminó con uno de ellos agredido por el otro. Según pasan los minutos, la corrección política de los padres va desapareciendo en favor de la catarsis.

Atendiendo a su argumento, el material de base parece propicio para ser manejado por Polanski. Pero si nos adentramos un poco en el libreto nos damos cuenta que realmente los diálogos no dan la talla. Primero, porque no logran mantener el interés inicial durante la hora y media escasa de metraje, y segundo, porque  parecen escritos para complacer como espectadores a esa clase burguesa que por otra parte pretenden poner en evidencia. Más que para remover conciencias, todo está planteado para que el espectador salga del cine/teatro orgulloso de la altura intelectual que le ha proporcionado el haber asistido al espectáculo. Un tipo de comportamiento muy asociado, pese a quien le pese, al consumo cultural de  artes escénicas y conciertos de música culta. Obviamente, los dramaturgos contemporáneos saben en que mundo se mueven, y creo que Yasmina Reza escribió “Un Dios Salvaje”  pensando mucho en su público objetivo.

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Según leí, Polanski se tomó el carácter minimalista de la obra  (cuatro personajes y un solo escenario) como un desafío cinematográfico. En lo que respeta a las actuaciones ha salido muy bien parado, con un casting perfecto que ha dado lo mejor de sí, en especial Kate Winslet y Cristoph Waltz. Dónde no ha estado tan fino es en el aspecto puramente cinematográfico. Polanski ha demostrado ser un genio a la hora de posicionar la cámara y manejar la mirada del espectador, pero en esta ocasión el contexto ha podido con él. Con cuatro personajes hablando sin parar, juntos en la misma habitación en el 90% del metraje, poco margen de maniobra le quedaba. En este caso, no hay “toque Polanski”, sólo teatro filmado con buen oficio.

Un Método Peligroso - Cronenberg en el set

Pienso que David Cronenberg ha salido mejor parado con “Un Método Peligroso”, adaptación de “La Cura del Habla” de Christopher Hampton. De nuevo, se trata de material que parece hecho de encargo para Cronenberg: El cruce de caminos entre Sigmund Freud, Carl Jung y Sabina Spielrein planteado como un momento crucial en la evolución del psicoanálisis, con mucha mala praxis y lucha de egos de por medio.

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No sé hasta que punto se ha modificado el texto original para su conversión a guión cinematográfico, pero lo cierto es que el estilo clínico de los diálogos le viene al pelo a la quirúrgica narrativa visual de Cronenberg. La formalidad del lenguaje contrasta con la  la intensidad del conflicto emocional e intelectual en el que se ven sumidos sus tres protagonistas. Este elemento lingüístico forma parte de la seña de identidad más poderosa del film: su marco contextual. Da la impresión que los personajes piensan, hablan y actúan como auténticos pioneros del psicoanálisis, no como personajes estandar “de época”  que sueltan de vez en cuando algún chascarrillo sobre el inconsciente o el complejo de Edipo.

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De esta manera, Cronenberg saca adelante una película “de época” dotada de una dimensión alienígena poco común en este tipo de producciones, y lo consigue no a través de planos rebuscados, ni con secuencias oníricas y/o alucinatorias, sino  mediante dos recursos tan apegados a lo teatral como son el lenguaje y las interpretaciones. Por cierto, ojito a la Knightley, carne de Oscar.