Tras siete años de sequía en lo que a discos de estudio se refiere, el trío Shellac saca nuevo LP para goce y disfrute de sus seguidores.
Shellac nace en 1993, cuando Steve Albini, Bob Weston (ingenieros de sonido/productores) y Todd Trainer (fotógrafo) deciden reunirse con la sana intención de disfrutar tocando. A pesar del renombre del que gozan en el mundo de la música (sobre todo Albini), no pretenden ganar dinero con el grupo. En su tiempo libre, y cuando a alguno se le ocurre una idea, graban un tema, y cuando tienen suficientes acumulados, sacan un disco. Sin prisas, sin publicidad, sin giras de presentación, tocando sólo donde y cuando a ellos les apetezca.
Con dos productores en una banda de tres intérpretes es fácil imaginar que sus temas estarán compuestos por infinidad de pistas, con arreglos a go-go, e instrumentos raros apareciendo por todos lados. Nada más lejos de la realidad. El sonido es básico, primitivo incluso, reducido a la unidad mínima del rock: guitarra, bajo y batería. Según Albini, uno de los objetivos de Shellac fue deshacerse de la parafernalia que acompaña hoy dia toda producción pop, y no solo en lo musical. Shellac es un grupo sin «imagen», no encontrarán videoclips, ni fotos promocionales, ni nada, solo los músicos y su música; una música seca, minimalista, con espacios de protagonismo individual y casi sin presencia vocal. Eso si, cada palabra que sale de la boca de Albini impacta.
Para celebrar la salida del excelente (valga la redundancia) «Excellent Italian Greyhound«, les dejo un fragmento de la entrevista hecha a Steve Albini por Pablo Gil para su (recomendable) libro «El Pop después del fin del Pop«. Piensen que habla un hombre que ha producido casi 2000 discos. Mientras tanto, yo pongo una vez más la apocaliptica y adictiva «End of Radio»
¿Es posible creer en un disco publicado por una multinacional? Bueno, es tan posible como que un meteorito caiga ahora mismo frente a nosotros (rie). Las multinacionales no se preocupan por el proceso artístico, sino por la fama y el éxito en términos comerciales, y sus decisiones van a prevenir a cualquiera de ser radical. En el underground, si tu disco no vende nada, no es un desastre (rie). La gente puede tomar grandes decisiones, puede hacer cosas absurdas, locas y autodestructivas, y ése es, obviamente, un ambiente mucho más propicio para la creatividad. En el show business, si una gran compañía pone mucho dinero y el trabajo de un montón de personas depende del éxito, todo el mundo opera bajo el miedo; y el miedo al error nunca produce arte. Lo que produce el mejor arte es la inspiración única y original.
O sea, que lo de «estamos en una multinacional y hacemos lo que queremos libremente» te parece una falacia romántica. Si que se puede dar, pero lo que desea esa gente en el fondo de su corazón es participar del paradigma del mainstream exactamente igual a como está organizado, por lo que para ellos es lo apropiado. Si en el fondo de tu corazón te preocupa tener un hit y que tu vídeo salga en la tele a todas horas, entonces lo que quieres como artista es éxito comercial, algo que para mí es una aspiración bastante mundana. Velvet Revolver o Abril Lavigne hacen exactamente lo que quieren, son muy genuinos y sinceros consigo mismos.
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Cuando suena una canción, ¿escuchas la canción, el sonido, la producción, la composición? No hago esa diferenciación. Hay un cliché generalizado según el cual si escribes una buena canción, todo lo demás es sencillo. O sea, que la composición es lo más importante. Pero si la composición fuera lo más importante, cada vez que vieras a un grupo de versiones adaptando un tema de The Beatles deberías pensar que es fantástico; sin embargo pensamos que es basura, un completo error. Ese cliché de que todo gira en torno a la canción es, sencillamente, una mierda. Yo creo que el efecto combinado de todo es lo que importa. Y lo que importa es la grandeza (rie). Puedes tener una nota, ¡una nota!, y si suena realmente genial no necesitas más para ser poderoso.
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