Italia

Reality

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La idea de vivir aferrado a un clavo ardiendo, de creerse uno tan especial que pertenecer a los “escogidos” pase, en tu cabeza, de posibilidad remota a inevitable destino. Ante estas conductas disociativas, muchos dicen que “de ilusión también se vive”. Otros pensamos que generan amargura a toneladas, que alimentan la destructiva idea de no ser nadie, minando poco a poco la moral del “portador de la ilusión” y por extensión, la de quienes le rodean.

Cada vez es más fácil hundirse en esta suerte de delirios de grandeza. Antes, para que surgieran, al menos existían una serie de prerrequisitos: jugar bien al fútbol , petarlo en los karaokes, imitar a (la voz de) Robert De Niro como nadie… Ahora ni eso. Aunque no tengas nada de especial, siempre quedarán Gran Hermano y similares. TÚ eres ESPECIAL por ser TÚ, alguien lo verá algún día (casting de por medio) e inevitablemente acabarás haciendo bolos en discotecas periféricas y (por qué no) en el Sálvame Deluxe.

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En Reality, Matteo Garrone aborda esta problemática desde una punto de vista bastante felliniano, en un contexto cómico-grotesco tirando del arquetipo de italiano que tenemos fuera de Italia. Él es de allí, así que solo nos queda creer que en esta ocasión el tópico tiene algo de verdad. En todo caso, el circo real organizado en torno a Gran Hermano aquí en España no dista mucho de la recreación de Garrone en la peli.

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Reality no repite el ejercicio de realismo sucio llevado a cabo en Gomorra, el anterior (y espléndido) film de Garrone, pero aporta un nivel de verdad equivalente.Una verdad, si acaso bañada en un sentimiento de tristeza  y melancolía propio de vivir (o ver a alguien vivir)   demasiado tiempo y demasiado intensamente de la ilusión.

Tráiler:

El Americano

Mientras veía “El Americano”, me vino a la cabeza otra película ya reseñada aquí hace unos meses con la que comparte no pocas cualidades: “Los Límites del Control” de Jim Jarmusch.

Ambas son crípticas respecto a sus protagonistas (asesinos los dos), parcas en diálogos, su producción tuvo lugar en  países “ajenos” a sus directores y  precisamente la fuerza estética de las localizaciones (y la forma de captarlas, claro) constituye su mejor baza. En este su 2º largo, Anton Corbijn saca de nuevo sus experiencia como fotógrafo para entregar un  film bellísimo desde el primer al último fotograma, demostrando una vez más que unas buenas localizaciones (en una zona rural del sur de de Italia en este caso) lucen mejor que tropecientos millones gastados en sets gigantescos, atrezzo y retoque digital. 

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Siguiendo la comparación con “Los Límites del Control”, es a través del personaje protagonista como podemos concebir al film de Corbijn como el reverso oscuro del de Jarmusch. En este caso, el asesino profesional interpretado por George Clooney no constituye ninguna pieza metafórica positiva en un discurso abstracto sobre el antagonismo imaginación/represión, como hacía el de Isaach De Bankolé. El de Clooney  es un asesino más apegado a la realidad: implacable y cruel, que intenta huir de su pasado, pero no en el sentido redentor (en principio), sino en el de la pura supervivencia. Así, el personaje se convierte en el eje del film y su visión la que se  transmite al espectador: soledad, desarraigo y (fundada) paranoia.

En este contexto argumental, habría que destacar el trabajo de Clooney. No solo carga con el peso del film apareciendo en el 90% del metraje, sino que gran parte de esas escenas las resuelve en solitario, aportando además un componente de fisicidad que define enormemente al personaje.

Como nota negativa, pondría la tendencia al cliché a la hora de representar Italia y los italianos: vespas por las calles empedradas, canción ligera sonando en los bares y mujeres bellísimas por todas partes… aunque esto último, desde mi punto de vista, es totalmente perdonable.

En resumen, otro film-sorpresa, del que no me esperaba nada más que un vehículo para el lucimiento de su protagonista, y resulto en un producto filo-outsider, más cercano a la tendencia minimalista que tanto me gusta que a lo que podríamos denominar como “cine de actor”.