Nápoles

Gomorra

Se ha escrito mucho sobre "Gomorra" desde que se estrenara hace unos meses en el festival de Cannes, y casi siempre cosas buenas. Sobre todo se ha destacado de ella su puesta de escena hiperrealista y como fulmina definitivamente la (ya bastante maltrecha) imagen romántica del crimen organizado italiano impuesta por Francis Ford Coppola en la célebre saga "El Padrino".

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En efecto, frente a lo que se muestra en el film de Matteo Garrone, hay romanticismo incluso en  los gansters chandalistas de "Los Soprano". Pero a mi lo que más me ha gustado del film es que pone de manifiesto la desmedida hipocresía existente en nuestro sistema hipercapitalista. Porque esa gloriosa pantalla de pulcra imagen corporativa y beneficios crecientes difícilmente podría sostenerse sin hacer concesiones a la ilegalidad. En Italia, las organizaciones mafiosas son una parte fundamental de ese motor económico sumergido, y por lo tanto indispensables para el mantenimiento del estatus quo socioeconómico. Garrone nos muestra que la única forma de prosperar en esta auténtica Gomorra contemporánea es metiéndose "en el ajo", con el inconveniente de que los nocivos efectos secundarios de pertenecer al mundillo se hacen más devastadores según descendemos en la escala social. O sea: pagan el pato los de siempre.

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No se crean ustedes que por no vivir en Italia el problema no nos atañe. Aquí no hay Camorra, pero qué sería de España sin las evasiones fiscales, las subcontratas sospechosas, las nóminas trucadas…

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