Seijun Suzuki

Zigeunerweisen

Japón, años 20. Un gramófono reproduce una grabación de “Zigeunerweisen” de Sarasate (adjunta al fondo del post). Se escucha un murmullo ininteligible, y uno de los oyentes le pregunta al otro si podría repetir lo que acaba de decirle. El otro hombre responde que no ha sido él, sino que aquello salió del altavoz. Le explica que son palabras pronunciadas por el propio Sarase  mientras tocaba el violín en la sesión de grabación  del disco, pero están tan difuminadas entre el resto del sonido que no es posible entenderlas.

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Así empieza  “Zigeunerweisen”, la película de Seijun Suzuki. Con una anécdota cotidiana de tremendas connotaciones fantasmales. Una escena que define a la perfección lo que vamos a presenciar en las más de dos horas de metraje restantes. Se trata de una historia que cubre varios años de encuentros y desencuentros de dos colegas traductores de alemán en el Japón de entreguerras. Uno tradicional, arraigado al hogar y la familia, el otro un vividor nato capaz de desaparecer por meses de su casa y dejar desequilibrada a toda mujer con la que vive una aventura y luego abandona. Una relación de amistad cada vez más turbia debido al deseo que siente cada uno de los hombres por la esposa del otro. 

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Así contada, la película tiene pinta de melodrama de toda la vida, pero desde el prisma de Suzuki, la cosa coge forma de alucinado cuento de fantasmas. Una de las extravagancias estilísticas del director es mandar el raccord a tomar por saco: dentro de una misma secuencia, el cambio de plano lleva implícitas desconcertantes sorpresas como cambios súbitos de escenario o iluminación, incoherencias de continuidad en el desplazamiento de los personajes o modificaciones instantáneas de la posición relativa entre los mismos. En otras producciones más pop de Suzuki, estas cosas provocan efectos desquiciantemente cómicos. En este caso, sin embargo acrecientan la sensación de que todo es producto de una macabra ensoñación protagonizada por almas en pena, aludiendo muchas veces a aquello que Freud llamó “lo siniestro”: doppelgangers, seres vivos que parecen objetos inanimados, objetos (como el gramófono) que parecen cobrar vida propia…

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Cambiando de tercio, otro elemento que hace único al film es su alto grado de perversidad fetichista. Nunca he visto una película en la que se enseñe tan poca carne y sin embargo resulte tan “guarra”: lametones de globo ocular (al estilo Maruo), obsesión por los huesos (“Hacemos un trato, el que muera primero debe donar sus huesos al otro”),  preferencia por la carne “en decadencia” (“Cuando un fruto está a punto de pudrirse, sabe tan dulce como la miel”)…  más leña al fuego de lo bizarro.

Zigeunerweisen

En resumen, un film hipnótico y terrorífico que sin embargo no puede adscribirse al género de terror. Estrenado en 1980, es la primera parte de una trilogía continuada en 1981 y 1991. Voy de cabeza a por lo que queda.

Banda sonora del post: Pablo de Sarasate – “Zigeunerweisen