Año 2015. La población humana disminuye vertiginosamente a causa del “Síndrome Lemming”, una extraña enfermedad que provoca el suicidio de todo aquel que la contrae. Un rico anciano, con la esperanza de salvar a su (infectada) nieta de la muerte, visita a dos músicos que, se dice, son inmunes a la enfermedad gracias a su exposición continuada a la música que ellos mismos componen.
Con este apocalíptico argumento, Shinji Aoyama compone un hipnótico film (cuyo título traducido al español sería “Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?”) donde, más allá de la excusa sci-fi, nos encontramos con una metáfora acerca de la ambivalencia de la música (y por extensión, el arte en general) como fuerza liberadora y obsesión esclavizante.
Una película, admito, de difícil digestión si no se conecta con ella al 100%. Si se atreven a verla, les recomiendo se dejen llevar por la belleza del “apocalipsis silencioso” propuesto por Aoyama, sugerido a base de planos panorámicos vacios de presencia humana, con carreteras en las que los protagonistas pueden circular en dirección contraria o haciendo “eses” con la bicicleta sin miedo a ser atropellados.
Si además, como a mi, les mola el rollo Musique Concrète, el lo-fi o el ruidismo, esta se convertirá en una de sus películas musicales de cabecera.
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