Cannes

Un Profeta

Miedo le estoy cogiendo a ciertas películas europeas  multi-premiadas y multi-aclamadas, y más miedo aún si son nominadas a los Oscar. Tanta unanimidad da que sospechar… Quizás esté afectado todavía por la decepción que para mi supuso La Cinta Blanca, un film laureado allí donde se presenta (el Oscar se lo lleva fijo), pero que sin embargo descubre a un Haneke domesticado,  excesivamente explicativo y que mira más al pasado que al “ahora”.

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Con este condicionamiento no me esperaba demasiado de Un Profeta (Jacques Audiard), una cinta en ciertos aspectos hermana de la anteriormente mencionada: ambas cosechadoras de elogios, ganadoras de premios gordos en Cannes y nominadas al Oscar a mejor película extranjera. Me alegro de poder afirmar que mis prejuicios estuvieron totalmente errados.

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Porque Un Profeta está llena de rabia, nervio, agilidad y actualidad. Un “polar” de los buenos, ambientado en la mayor parte de su metraje en una cárcel de la Francia multiétnica que se dio a conocer al mundo con los famosos disturbios de hace unos años. Una historia criminal ambigua a más no poder, que sigue las andanzas de  Malik El Djebena (encarnado espléndidamente por Tahar Rahim), un joven de origen árabe que a través de un escalofriante rito iniciático (a su pesar) se convierte en lacayo de un cabecilla de la mafia corsa, que dirige sus negocios desde dentro de los barrotes.

La trayectoria de Malik constituyen un reflejo de la vida misma en toda su complejidad, condicionada por las relaciones de poder, los odios enterrados, la resignación, la autoafirmación y el gozo que se puede encontrar en las pequeñas cosas.

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No puedo decir a ciencia cierta si lo que  presencié en las dos horas y media de metraje  fue un proceso de renacimiento y afirmación o por el contrario uno  de autodestrucción total. Lo que si me quedó claro es que la peli está de puta madre.

Tráiler:

Gomorra

Se ha escrito mucho sobre "Gomorra" desde que se estrenara hace unos meses en el festival de Cannes, y casi siempre cosas buenas. Sobre todo se ha destacado de ella su puesta de escena hiperrealista y como fulmina definitivamente la (ya bastante maltrecha) imagen romántica del crimen organizado italiano impuesta por Francis Ford Coppola en la célebre saga "El Padrino".

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En efecto, frente a lo que se muestra en el film de Matteo Garrone, hay romanticismo incluso en  los gansters chandalistas de "Los Soprano". Pero a mi lo que más me ha gustado del film es que pone de manifiesto la desmedida hipocresía existente en nuestro sistema hipercapitalista. Porque esa gloriosa pantalla de pulcra imagen corporativa y beneficios crecientes difícilmente podría sostenerse sin hacer concesiones a la ilegalidad. En Italia, las organizaciones mafiosas son una parte fundamental de ese motor económico sumergido, y por lo tanto indispensables para el mantenimiento del estatus quo socioeconómico. Garrone nos muestra que la única forma de prosperar en esta auténtica Gomorra contemporánea es metiéndose "en el ajo", con el inconveniente de que los nocivos efectos secundarios de pertenecer al mundillo se hacen más devastadores según descendemos en la escala social. O sea: pagan el pato los de siempre.

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No se crean ustedes que por no vivir en Italia el problema no nos atañe. Aquí no hay Camorra, pero qué sería de España sin las evasiones fiscales, las subcontratas sospechosas, las nóminas trucadas…

Tráiler:

4 Meses, 3 Semanas, 2 Días

Como he escrito en alguna otra ocasión, soy un tanto prejuicioso con ese tipo de cine que se empeña en mostrarnos las miserias de tiempos pasados. No se puede negar que es necesario, aunque solo sea en lo que contribuye a preservar la memoria histórica, pero también es cierto que, habiendo tanto que decir acerca del «aquí y ahora»,  se sigan produciendo como churros películas sobre temas requetemanídos de los que ya se ha contado casi  todo: guerras mundiales,  Holocausto Judío, regímenes comunistas totalitarios, Guerra Civil Española y posguerra…. Un cine supuestamente comprometido y reivindicativo, pero en la mayor parte de los casos autocomplaciente y aburguesado,  porque, generalmente no plantea desafíos morales y/o intelectuales al espectador, solo revalida sus creencias: los totalitarismos son malos, las guerras son malas,  y ahora vivimos mucho mejor que antes. Todos contentos.

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A primera vista, «4 Meses, 3 Semanas, 2 Días» parece entrar de lleno en esa categoría cinematográfica: La «aventura» de dos estudiantes universitarias que intentan interrumpir el embarazo de una de ellas en la Rumanía comunista de finales de los 80. Pero en esta ocasión, nos encontramos con una buena película para nada complaciente con el espectador. Sin quitar importancia a la realidad sociopolítica de la época, Cristian Mungiu compone un intenso relato que orbita en torno al aspecto que diferencia la verdadera amistad de la aparente: la capacidad de sacrificarse por el otro.

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Lo primero que llama la atención es que la protagonista del film no es la chica embarazada, Gabita, sino su compañera de habitación Otilia, que será la encargada de realizar los trámites para llevar a cabo el aborto ilegal. Lo segundo es que la historia se cuenta casi en tiempo real. La cosa no va sobre conflictos éticos a la hora de tomar una decisión sobre el tema, ya está tomada desde el principio  y lo que vemos es su puesta en práctica. A través de las calamidades sufridas por las chicas en un contexto de tolerancia cero respecto al aborto, Mungiu nos acerca a una realidad mucho más general y aterradora: la desasosegante sensación de no disponer libremente de tu propio cuerpo. En el caso concreto del aborto, se da además una circunstancia especial manejada con extrema lucidez en el film: a un nivel fundamental, las mujeres se enfrentan solas al problema, y solo pueden encontrar apoyo y comprensión total ante semejante trago en otras mujeres.

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Pese a lo que acabo de contarles, la película no está exenta de un sentido del humor del tipo «reír por no llorar» administrado con mucho tacto y sabiduría, que elimina el agobiante dramatismo presente en otras obras de temática similar. Otro aspecto muy apreciable del film es la tremenda naturalidad y falta de pudor presentes en cada uno de sus fotogramas, conseguidas en gran medida gracias al magnífico trabajo de las actrices protagonistas, y que contribuyen de sobremanera a que nos creamos que lo que estamos viendo en la pantalla es tan real como la vida misma. Tampoco hay que olvidar los aciertos a nivel formal: steadycam con leve bamboleo, planos de larga duración y unos encuadres muy bien pensados, algunos de ellos dotados  de una tremenda fuerza simbólica.

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«4 Meses, 3 Semanas, 2 Días» se alzó merecidamente con la Palma de Oro de Cannes del año pasado. Mi pregunta es ¿Hubiera ocurrido lo mismo si Cristian Mugui presentara una obra de calidad similar pero sin estar ambientada en «tiempos pasados peores»? No lo creo.

Tráiler:

Postermanía (II): Blindness

Muy ingenioso el cartel de la adaptación cinematográfica de «Ensayo sobre la Ceguera» de José Saramago. Realizada por el interesante Fernando Meirelles, tuvo una acogida regulera en Cannes. Habrá que verla para opinar.

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Boarding Gate

Hace ya casi un año, el realizador francés Olivier Assayas presenta en Cannes «Boarding Gate«. Las reseñas de la prensa española se referían al film como un convencional thriller protagonizado por Asia Argento que pasó por el certamen sin pena ni gloria. ¡Qué ciegos estaban todos!

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Esta película confirma a Assayas como cineasta supremo, poseedor de un estilo narrativo inconfundible, nervioso, cinético, pero nada confuso. Probablemente se trata del realizador occidental que mejor está tomando el pulso a los tiempos que corren. Pone ante nuestros ojos un mundo corporativizado, lleno de cínicos personajes que se mueven únicamente por ambición. Las relaciones humanas se basan fundamentalmente en el interés propio y los sentimientos verdaderos suelen ser peligrosos, vistos como una debilidad, pues seguro acabarán siendo utilizados para manipular al que los manifiesta.

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En la parte interpretativa, Asia Argento se come la pantalla. Este papel ha cambiado mi concepto sobre ella, que se limitaba a un cuerpazo con apellido célebre. Solo alguien con un carisma arrollador podría salir bien parado de ocupar el 80% de los planos del film en una interpretación de tal intensidad. Tampoco se quedan atras el resto del casting, sobre todo un Michael Madsen haciendo de yuppie venido a menos, Kelly Lin destilando cinismo en cada una de sus apariciones, y Kim Gordon, la de Sonic Youth, haciendo sus pinitos como actriz interpretando a una jefa de la mafia de Hong Kong con los coj.. ovarios en su sitio.

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Para terminar la reseña una pequeña profecía: tengan por seguro que, en pocos años, aquellos que ningunearon la película en Cannes no repararán en elogios hacia ella, y además presumiran de haberla reconocido como clásico instantaneo desde el mismo momento de su estreno.

Trailer:

Control

¡Por fin!. Tras unos meses de dientes largos cae en mis manos «Control«, el film en el que Anton Corbijn narra los últimos años de Ian Curtis, vocalista de Joy Division, epiléptico, apasionado, infiel, depresivo, suicida, … genial. La llevaba esperando desde Mayo, cuando vi en televisión imágenes promocionales con motivo de su estreno en el festival de Cannes, y, la verdad, me llevé una pequeña decepción.

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Corbijn ha demostrado sobradamente su valía como fotógrafo y realizador de videoclips para gente como U2, Depeche Mode, Nirvana, Metallica o los propios Joy Divison. En su salto al largometraje sigue las pautas estilísticas de algunos compañeros aventajados: puesta en escena muy cuidada, pero sin caer en excesos videocliperos. Nada de planos rápidos ni camaras mareantes, ni música atronadora continua. McG, Michael Bay, Francis Lawrence no. Mark Romanek, Spike Jonze, Jonathan Glazer, si.

El director plantea una reconstrucción de la vida de Curtis en forma de secuencias más bien cortas bastante separadas cronológicamente. No se engañen, van a ver puro y duro Curtis y esposa, el resto de Joy Division, Tony Wilson, Martin Hannett, … simples figurantes sin apenas frases; y ahí está el motivo de mi desilusión. Sabía que la película estaba basada en el libro escrito por la mujer de Curtis, pero no me esperaba dejara la parte musical tan de lado (actuaciones aparte). En ese sentido está mucho mejor «24 Hour Party People» de Winterbottom. De esta forma el film se me hizo un poco repetitivo en su parte intermedia, pues entra en una dinámica «salida de gira/vuelta a casa» un tanto cansina.

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A pesar de todo, vale la pena un visionado solo por la tremendamente realista recreación de las actuaciones de Curtis y cia. Los actores son idénticos, tocaron ellos mismos los temas de esas escenas, y Sam Riley no actúa como Curtis, ES Ian Curtis. Los bailes filo-epilépticos que se monta llegan a meter miedo.

Para terminar, les dejo una mix de imágenes reales de TV (en color) y escenas de la película. Asombrense con el parecido.

Palme D’or(opel)

Se celebra estos días el Festival de Cine de Cannes, el más importante del mundo en lo que a impacto mediático, negocios y glamour se refiere, pero ¿Y de cine … qué?

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En un mundo en el que los costes de producción de un film se han reducido enormemente respecto a la década pasada y los trabajos de postproduccíón se han simplificado muchísimo con la única ayuda de un simple (pero ahora potente) PC, da la impresión de que el festival no ha conseguido adaptarse a los tiempos que corren. Tiempos en los que, no solo están surgiendo multitud de nuevos e interesantes realizadores, sino que también nuevas cinematografías en países hasta ahora sin tradición fílmica.

Mientras estas nuevas propuestas tratan de introducirse como pueden en las secciones paralelas, en la sección oficial acogen incondicionalmente a una élite de realizadores, muchos de ellos ya en sus horas bajas, meten alguna que otra superproducción americana en plan promocional, y si queda sitio, dejan pasar a algun nuevo valor, siempre y cuando hubiera participado en otros festivales, quizás menos famosos pero más arriesgados. Cada dos por tres el concepto de «deuda» arruina el palmarés: Cierto cineasta pasa años de excelencia cinematográfica pero de sequía en lo que a premios se refiere. Entonces llega un punto en el que los cabecillas del evento se dan cuenta de que hay que galardonar a fulanito, pues dejarlo sin reconocimiento con su historial queda muy feo. Así fulanito se lleva la Palma de Oro por la película que estrena ese año, que seguramente no sea de lo mejor que ha hecho, y además deja sin premio a fulanito II, que si entrega una obra maestra. Pero el damnificado que no se preocupe, dentro de x años, cuando esté acabado, le premiarán por su última tontería, y así ad infinitum….Sirva como ejemplo «El Viento que Agita la Cebada» de un ya cansino Ken Loach, que se alzó con el máximo galardon el año pasado.

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Otro tema bastante chungo es el de la autocomplacencia. Entre los films a competición abunda el cine de denuncia. Pero, hay una subcategoría de este cine que suele brillar en los premios, me refiero a estas peliculas en plan «miren en que mierda de país vivo, no como Francia, que es genial». Resulta vergonzoso que «Fahrenheit 9/11» llevase la Palma de Oro el año en el que competían «Oldboy», «Tropical Malady», o «La Niña Santa». Ver para creer. «Elephant» es una película brillante, pero jamás llevaría premio si no estuviese inspirada en la matanza de Columbine. Este año tenemos otro caso para dar la nota: «Persépolis», la autobiografía animada de la iraní afincada en Francia Marjane Satrapi, en la que cuenta su infancia y juventud en su represivo pais natal. El film se desarrolla mayoritariamente en Irán con fotografía en blanco y negro, pero al final, cuando la protagonista llega a Francia la pantalla se llena de color. Solo por eso sus posibilidades de llevarse algo crecen considerablemente.

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Ya nos han contado mil y una veces que los nazis fueron muy malos, que en EEUU son muy fachas, y que en muchos paises musulmanes viven todavía hoy en un régimen medieval, pero por ahí hay escondidas ciertas películas que hablan de enfermedades endémicas de este nuestro mundo burgués bienpensante como son la envidia, la ambición,la hipocresía y la vanidad, que generan insatisfacción y amargura en el mundo acomodado a la vez que explotan al resto del planeta. Pero claro, es más cómodo oir a Michael Moore pedir perdón por ser americano que mirarte a los pies y reflexionar que las zapatillas de deporte que llevas fueron cosidas por esclavos infantiles en paises que, con el dinero que te has gastado en tu flamante televisor de pantalla plana podrían comer familias enteras durante meses. Michael Haneke, David Cronenberg o Pedro Costa pertenecen al grupo de mimados del festival, pero mientras no adapten su discurso a la mentalidad burgesa, se tendrán que conformar con premios de consolación.

En pocas horas conoceremos a los ganadores de este año, se dice que Wong Kar Wai la ha pifiado bien, y que Kusturika se ha asentado definitivamente en el reino de la mediocridad, pero no duden que les acogerán con los brazos abiertos la próxima vez.