Fui a ver “Inception” (me cuesta llamarla “Origen”) con muchas sospechas. El tráiler aireado hace ya varios meses sugería una delicatessen visual muy deudora de “Matrix”, tanto en forma como en contenido. Daba la impresión de que Nolan nos iba a colar un refrito de la mítica obra wachowskiana ahora que la teníamos un poco olvidada. Todos los que piensen como yo pueden ir tranquilos a la sala de cine, pues pese a los evidentes puntos de contacto, casi se puede considerar que ambas pelis ni siquiera pertenecen al mismo género.
Porque “Inception” es ante todo, una película de robo y estafa (heist en inglés) con la peculiaridad de que, como dice su eslogan, la mente es el escenario del crimen. Si nos abstraemos del elemento sci-fi tenemos la estructura clásica del género: Un gran golpe que solucionaría la vida del protagonista, la búsqueda de un equipo a la altura, la elaboración de un complejo plan y por último, su puesta en práctica con múltiples e inesperadas complicaciones.
Pero ¿que añade el contexto onírico? Primero, aporta cierto grado de profundidad al conflicto interno de Cobb (interpretado por DiCaprio), cuyas obsesiones se verán proyectadas en ese alucinado espacio de trabajo que es el pensamiento inconsciente. Segundo, y más importante, ofrece la posibilidad de llevar a cabo un tour de force narrativo-visual que sin duda constituye el mayor atractivo del film. Nolan demuestra una vez más que cuando un presupuesto de blockbuster se pone al servicio de un buen planteamiento argumental y narrativo, el resultado deja con la boca abierta, pese a todos los peros que se le puedan poner al producto.
En ese sentido, quizás el aspecto más endeble del film sea la excesiva cantidad de reglas que rigen la tecnología de infiltración onírica. Meter de golpe al espectador en un universo con tanta ley imaginaria dificulta en ciertos momentos alcanzar la suspensión de la incredulidad adecuada y produce inconsistencias argumentales. Pero olvídense del tema. “Inception” es ante todo una experiencia audiovisual de alto nivel que no deberían dejar pasar.
Tráiler:
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