Aprovechado la actual pujanza de “Lo Imposible” en las carteleras españolas (yo aún no la he visto), quisiera reivindicar otra peli relacionada con el desgraciadamente célebre tsunami del 2004 en el sudeste asiático. Se trata de “Vinyan” (2008) de Fabrice Du Welz, un film que ha pasado bastante desapercibido, tanto que, pese a su antigüedad, por aquí solo lo podemos ver recurriendo a la importación o a los acostumbrados canales alternativos interneteros.
Como en la de J. A. Bayona, en “Vinyan” también se relata la lucha de una familia occidental por su reunificación tras ser separada por la catástrofe, pero bajo unas condiciones y (me imagino) un tono muy diferentes: Seis meses después del suceso, Jeanne (Emmanuelle Béart) cree ver a su hijo en una borrosa grabación tomada por un grupo de cooperantes en una zona aislada y peligrosa de Birmania. Pese a las muy razonables dudas de su marido Paul (Rufus Swell), ambos se embarcan en su propio “viaje al corazón de las tienieblas” (las conexiones con “Apocalypse Now” resultan inevitables) en la que pondrán a prueba su matrimonio, su vida y su cordura.
La quimérica búsqueda emprendida por la pareja protagonista se erige como una metáfora macabra acerca de hasta que punto un suceso tan doloroso (el MÁS doloroso) como la pérdida de un hijo puede llegar a afectar la relación entre sus progenitores. Una propuesta muy parecida a la que Lars Von Trier planteó un año después en “Anticristo”. Parece que esto de utilizar los códigos del terror para abordar temas íntimos de pareja no siempre es bien recibido a nivel, digamos, “masivo”: coloca a la película en cuestión entre dos tierras, dejando insatisfechos a los dos grupos de público a los que en principio va orientada. Con todo, semejante fusión de géneros va dejando auténticas joyas de culto, como “Don’t Look Now” (Nicolas Roeg, 1973) o “La Posesión” (Andrzej Zulawski,1981). No dudo que “Vinyan” pasará a engrosar esa ilustre lista según se vaya haciendo más conocida.
Dejando de lado ya la temática central del film, cabe destacar el buen provecho que Du Welz saca del contexto, mostrándonos siempre que puede bellísimos parajes de la costa tailandesa y ofreciéndonos su particular visión de las brumosas interacciones del visitante occidental con el país, entre el paternalismo filantrópico, el turismo sexual y la cultura vacacional de resort. En esto tampoco creo que se parezca mucho a lo que nos ofrece Bayona en su film-acontecimiento.
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