Durante más de 1000 años, la escuela Kifuuken ha mantenido a raya, de forma clandestina a los «Comedores de Carne», seres de apariencia humana que, en momentos de gran excitación, no pueden contener terribles transformaciones ni el ansia de devorar gente. Toshihiko, uno de los más experimentados miembros del clan, se enamora de Yuka, una chica que resulta ser una comedora de carne, además de la principal sospechosa del asesinato de Juzo, lider del clan y padre de Toshihiko.
Así arranca «Kemonozume«, una serie anime que tiene como principal responsable a Masaaki Yuasa, perpetrador de la genial «Mindgame«, aunque la mayoría de ustedes conocerán más su trabajo como director de animación y diseñador del hit animado «Shin-Chan«.
El argumento les sonara a manido pastiche postmoderno inspirado en «Romeo y Julieta«, tipo «Underworld«. Basta ver un solo episodio para darse cuenta que esta serie va mucho más allá de eso. Además del sustrato cultural nipón,en ella se mezclan magistralmente conceptos propios de gente como Shakespeare (inevitable), Marques de Sade, Nietzsche, Freud, Kafka, o Cronenberg.
Los protagonistas de la historia se mueven en un mundo, más que hostil, tremendamente indiferente, en el que los que ostentan el poder se sirven de los deseos y esperanzas de los que no lo tienen para manipularlos en beneficio propio. ¿Es posible sobrevivir en este mundo rechazando la ambición y las ansias de poder?. En estos tiempos en los que prima la rapidez, la inmediatez y el cambio constante ¿Sigen teniendo sentido las tradiciones? ¿Han de aceptarse incuestionablemente todos los avances pensados para mejorar nuestra vida?. Estas cuestiones y otras como la relación indisoluble entre sexo y muerte o la lucha constante entre los instintos y la razón dotan a esta serie de una densidad que no va reñida con grandes dosis de humor y acción.
El estilo gráfico de la serie sigue la «linea Yuasa»: muchas veces, lo que vemos en pantalla se parece más a un boceto expresionista trazado sobre una servilleta que a un producto anime que ha pasado por toda la maquinaria de producción industrial. Ese aspecto desgarbado y lleno de defomaciones es la principal arma para crear una cinematografía «alucinada», que guarda ciertos parecidos con la genial serie «Aeon Flux» de Peter Chung. Además demuestra que no es necesaria una pulcritud geométrica para componer espectaculares coreografías de acción.
Si solo van a ver una serie de anime en este lustro, elijan esta (bueno, o «Paranoia Agent«)
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