Allá por el año 1968, Jean Baudrillard nos avisaba en su ensayo «El Sistema de los Objetos» de que, en esta sociedad, el significado de un objeto iba más allá de su funcionalidad. ¿Qué nos dice un Mercedes acerca de su propietario? ¿Que le da la capacidad de desplazarse a grandes distancias?…, no, más bien nos dice que el fulano maneja pasta. Así, en un proceso de alienación y autoengaño, depositamos cada vez más cualidades personales en las cosas que poseemos: Si quiere ser rico, cómprese un Mercedes, aunque sea mediante una hipoteca a 10 años; si lo que quiere es adherirse a una ideología, ciertas tiendas disponen de un gran surtido … en forma de camisetas estampadas. En resumen: somos lo que consumimos, y si no consumimos, no somos.
En los últimos años, esta situación ha sido llevada al paroxismo con la electrónica de consumo. Cada poco sale una cámara, videoconsola o teléfono móvil supuestamente superior en prestaciónes a todo lo existente en el mercado, que realmente aporta un aumento de calidad mínimo a nivel sensible. Nadie va a notar la diferencia entre cuatro y ocho megapixels; la diferencia fundamental entre la PS2 y la PS3 es que la última funciona en alta resolución, pero la gente la desea a pesar de no disponer de un televisor «1080»; hay que cambiarse de movil cada vez que les incorporan una nueva funcionalidad, aún a sabiendas que, hasta ahora los móviles han demostrado funcionar pésimamente como cámaras, reproductores de video… y como teléfonos!!! . A pesar de la vacuedad de los «avances», la masa se abalanza sobre estos productos como si contuvieran parte de sus almas. ¿Qué aporta entonces el gadget a su comprador? Más que nada, el hecho de TENERLO.
Hace unos días, ciertas personas han alcanzado el Nirvana en este sentido con la adquisición del ya célebre iPhone. Un teléfono móvil que, con menores prestaciones que muchos a la venta, es también más grande y caro, además de que ata al dueño a un contrato de larga duración y condiciones económicas lamentables. Eso no ha impedido que en USA se formasen tremendas colas en las tiendas y se haya llegado a pagar cantidades astronómicas por un puesto privilegiado en ellas. El significado funcional ha desaparecido, y el significado simbólico se ha reducido hasta el punto de que el objeto es un fin en si mismo. Si compro un Mercedes, SOY rico; si compro «La Divina Comedia«, SOY culto; si compro un iPhone, TENGO un iPhone.
PD: ¿Un post de este blog sin alguna recomendación (sub)cultural? No puede ser. Así que, ahí va una: El episodio de South Park sobre el iPhone. ¿Que no existe? Creanme, Trey Parker y Matt Stone no dejarán pasar la oportunidad, como no lo hicieron con la PSP y la Wii.
Ahora que comentas lo de los episodios de South Park, da la impresión de que productos como la Nintendo Wii fueron creando una bola de nieve, de forma que ciertos dispositivos electrónicos se convierten en un oscuro objeto de deseo.
La diferencia está en que la Wii es una consola barata que descubría a los usuarios una nueva forma de jugar (que agradaba a los no iniciados) mientras que el iPhone es un terminal telefónico malo (en lo que se refiere a telefonía móbil mi terminal es muy superior) que incluye muchas prestaciones molonas, pero que al final sólo hay un elemento destacable: la interfaz de uso (que hay que admitir que está muy bien).
Ahora mismo en el mercado hay dispositivos como el Nokia N95 (que incluso tiene GPS) o el Toshiba Portégé G900 (con una pantalla de 800×480 y un teclado deslizante) que son muuuuy superiores al iPhone (que no tiene 3G, no graba vídeo, no permite instalar aplicaciones de terceros, no muestra el Flash de las páginas web, no tiene teclado numérico, etc.) y tienen precios similares, pero que sólo cuentan con el respaldo de los auténticos amantes de la tecnología (tecnófilos) mientras que el móbil de Apple es un producto que destaca por su marketing de forma que es para consumidores a la última (tecnófagos).
Sinceramente creo que el iPhone será una pasada cuando se le quite el teléfono, o sea, que lo que va a molar es la próxima generación del iPod, pues las pantallas táctiles para una aplicación basada en números (un teléfono) no me parece la interfaz de uso adecuada.
GRan Entrada DAvid……..Coma xa dixen outras veces………..»Verdades coma puños»……….y acertado el comment de Marcus también.
Felicidades a los 2.
Un abrazo.
Desviándome un poco del tema…
Os dais cuenta de que quitando los aspectos técnicos este razonamiento se podría aplicar también a un producto mucho más terrible y utilizado: LA HIPOTECA.
Si señores, a dia de hoy, mucha gente se enorgullece de su hipoteca (a pesar de que la sufra) y mucha gente libre desea llegar al estatus de poseedor de una hipoteca.
El apocalípsis psiquico ya está aquí.
estos comentarios de david me han recordado algo que oí esta mañana en el programa-despertador de Europa f.m.
Planteaban la pregunta de si somos adictos a los móviles, si o no.
Un tipo contestaba diciendo: un día me quedé sin móvil y pasé 4 días así. Fueron los peores días de mi vida: sin amigos, sin chicas, sin música, sin agenda, sin despertador y sin reloj.
Entra un poco la risa!
Excelent post, sigue con el buen trabajo!