David Cronenberg

Promesas del Este

«He dedicado dos años de mi mi vida a «Spider» y no he ganado un solo dolar en todo ese tiempo.»

Estas tremendamente honestas palabras fueron pronunciadas por David Cronenberg hace dos años en una entrevista acerca de «Una Historia de Violencia«. Muchos agoreros pronosticaron que ese giro al mainstream del canadiense resultaría en una película impersonal y de poco interés. Se equivocaron.»Una Historia de Violencia» no solo es 100% Cronenberg, sino que abrió nuevos caminos temáticos en su cine, gustó a un sector más amplio de público y dio beneficios económicos.

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Un poco más discutible resulta su recién estrenada «Promesas del Este«. Poca duda cabe de que Cronenberg ha aplicado una lógica puramente hollywoodiense para elegir este proyecto: Si algo funciona, reutilízalo. Este nuevo film repite meticulosamente todos los elementos que hicieron célebre su anterior trabajo: el choque entre el mundo «civil» y el crimen organizado, escenas de violencia rápidas y de una tremenda crudeza, sexo naturalista, la doble identidad … y Viggo Mortensen. Estas decisiones no son en absoluto criticables, pues un artista tiene todo el derecho del mundo de echar mano de sus hallazgos siempre que le apetezca, pero conllevan una traba implícita: de entrada ya existe un referente que genera grandes espectativas ante la nueva obra, teniendo ésta que aguantar inevitables comparaciones con su predecesora . Y «Una Historia de Violencia» es bastante mejor que «Promesas del Este».

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El nuevo film plantea un choque de mundos mucho más forzado argumentalmente, y por tanto menos creible. También existe un cierto desequilibrio en el interés entre las dos partes paralelas de la historia. Mientras la parte «Mortensen» es dura, fria, con personajes  interesantes y llenos de matices, la parte «Watts» es tópica y sentimentaloide. De todas formas, estas irregularidades no estropean demasiado un film en general brillante; Cronenberg es mucho Cronenberg, y su habilidad para la puesta en escena, para extraer ambigüedad de los personajes y para dar información solo con imágenes harían brillar al peor guión que puediera caer en sus manos.

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Mi recomendación: si aún no han visto «Una Historia de Violencia», vean antes «Promesas del Este». El efecto de cambiar el orden cronológico de visionado les resultará tremendamente satisfactorio.

Trailer (en inglés)

Palme D’or(opel)

Se celebra estos días el Festival de Cine de Cannes, el más importante del mundo en lo que a impacto mediático, negocios y glamour se refiere, pero ¿Y de cine … qué?

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En un mundo en el que los costes de producción de un film se han reducido enormemente respecto a la década pasada y los trabajos de postproduccíón se han simplificado muchísimo con la única ayuda de un simple (pero ahora potente) PC, da la impresión de que el festival no ha conseguido adaptarse a los tiempos que corren. Tiempos en los que, no solo están surgiendo multitud de nuevos e interesantes realizadores, sino que también nuevas cinematografías en países hasta ahora sin tradición fílmica.

Mientras estas nuevas propuestas tratan de introducirse como pueden en las secciones paralelas, en la sección oficial acogen incondicionalmente a una élite de realizadores, muchos de ellos ya en sus horas bajas, meten alguna que otra superproducción americana en plan promocional, y si queda sitio, dejan pasar a algun nuevo valor, siempre y cuando hubiera participado en otros festivales, quizás menos famosos pero más arriesgados. Cada dos por tres el concepto de «deuda» arruina el palmarés: Cierto cineasta pasa años de excelencia cinematográfica pero de sequía en lo que a premios se refiere. Entonces llega un punto en el que los cabecillas del evento se dan cuenta de que hay que galardonar a fulanito, pues dejarlo sin reconocimiento con su historial queda muy feo. Así fulanito se lleva la Palma de Oro por la película que estrena ese año, que seguramente no sea de lo mejor que ha hecho, y además deja sin premio a fulanito II, que si entrega una obra maestra. Pero el damnificado que no se preocupe, dentro de x años, cuando esté acabado, le premiarán por su última tontería, y así ad infinitum….Sirva como ejemplo «El Viento que Agita la Cebada» de un ya cansino Ken Loach, que se alzó con el máximo galardon el año pasado.

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Otro tema bastante chungo es el de la autocomplacencia. Entre los films a competición abunda el cine de denuncia. Pero, hay una subcategoría de este cine que suele brillar en los premios, me refiero a estas peliculas en plan «miren en que mierda de país vivo, no como Francia, que es genial». Resulta vergonzoso que «Fahrenheit 9/11» llevase la Palma de Oro el año en el que competían «Oldboy», «Tropical Malady», o «La Niña Santa». Ver para creer. «Elephant» es una película brillante, pero jamás llevaría premio si no estuviese inspirada en la matanza de Columbine. Este año tenemos otro caso para dar la nota: «Persépolis», la autobiografía animada de la iraní afincada en Francia Marjane Satrapi, en la que cuenta su infancia y juventud en su represivo pais natal. El film se desarrolla mayoritariamente en Irán con fotografía en blanco y negro, pero al final, cuando la protagonista llega a Francia la pantalla se llena de color. Solo por eso sus posibilidades de llevarse algo crecen considerablemente.

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Ya nos han contado mil y una veces que los nazis fueron muy malos, que en EEUU son muy fachas, y que en muchos paises musulmanes viven todavía hoy en un régimen medieval, pero por ahí hay escondidas ciertas películas que hablan de enfermedades endémicas de este nuestro mundo burgués bienpensante como son la envidia, la ambición,la hipocresía y la vanidad, que generan insatisfacción y amargura en el mundo acomodado a la vez que explotan al resto del planeta. Pero claro, es más cómodo oir a Michael Moore pedir perdón por ser americano que mirarte a los pies y reflexionar que las zapatillas de deporte que llevas fueron cosidas por esclavos infantiles en paises que, con el dinero que te has gastado en tu flamante televisor de pantalla plana podrían comer familias enteras durante meses. Michael Haneke, David Cronenberg o Pedro Costa pertenecen al grupo de mimados del festival, pero mientras no adapten su discurso a la mentalidad burgesa, se tendrán que conformar con premios de consolación.

En pocas horas conoceremos a los ganadores de este año, se dice que Wong Kar Wai la ha pifiado bien, y que Kusturika se ha asentado definitivamente en el reino de la mediocridad, pero no duden que les acogerán con los brazos abiertos la próxima vez.