Prison Pit

Frank Miller’s Holy Terror

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En los comentarios del post sobre “Prison Pit” en este blog, Toni Bascoy decía acertadamente:

“Parece que hay una nueva corriente en USA, unos tipos muy iconoclastas y medio pirados que se están enfrentando a ese acabado tan exquisito de Ware y su cohorte de seguidores a base de comics que parecen hechos de forma automática, desde un subconsciente medio perjudicado, llenos de manchones y vías muertas. Parecen fantasías preadolescentes, donde sexo y violencia se confunden y solapan.”

Una vez leído el “Holy Terror”, no puedo dejar de pensar en Frank Miller como nuevo miembro de pleno derecho de este “movimiento” que apela al infraconsciente atávico para hacer comics. Es más,  “DK2” podría considerarse un precedente de esta manera de proceder, al menos en su (discutidísimo) apartado gráfico.

Frank Miller DK2  Brian Chippendale -Maggots
Frank Miller vs. Brian Chippendale

Pero a diferencia de Brian Chippendale, C.F. o Johnny Ryan, Miller es viejo y está muy cabreado. Como un Bruce Wayne incapaz de asumir la muerte de sus padres, Miller todavía no ha superado el 11-S, y “Holy Terror” es su infernal fantasía de venganza hacia el terrorismo islámico. Una fantasía que parece no haber sido procesada para su traslación a comic, descontextualizada, con un argumento incoherente y salpicada de fugas eróticas sadomasoquistas. Del cerebro al papel sin ningún tipo de filtros.

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La habitual componente satírica de Miller desaparece. “Holy Terror” respira resentimiento y desdén hacia la cultura islámica,pero tambíen reproche hacia la cultura occidental, que el autor acusa de blanda frente al tremendo enemigo con el que tiene que lidiar. Su pensamiento puede resumirse en una secuencia de dos viñetas incluida en el tebeo: en la primera, un grupo de jóvenes occidentales en el cine disfrutando de “Transformers”, en la siguiente, la juventud islámica enfurecida practicando una lapidación. “Holy Terror” es ideológicamente aberrante pero artísticamente fascinante. Para el lector es una conexión en crudo y sin cesura con la mente de Frank Miller a través del lenguaje del tebeo. Si lo que encontramos en ese oscuro lugar no es de nuestro agrado, ya es otro debate.

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Respecto al estilo gráfico, podemos ver cierta evolución hacia el garabato. Frente a la predominancia de  trazos gruesos en el “DK2”, en esta nueva obra vemos muchas viñetas que parecen dibujadas a Bic naranja. Tampoco faltan página llenas de manchones de tinta informes, y la rotulación parece hecha a mano de manera semiprofesional. Es como si el tebeo tuviese más sentido presentado como fanzine que como novela gráfica en tapa dura.

Holy Terror - Frank Miller

Pese a la mala recepción crítica que está teniendo “Holy Terror”, recomiendo su lectura, aunque solo sea para satisfacer el apetito voyeur del lector hacia el autor.

Prison Pit

Prison Pit

De un tiempo a esta parte, la idea del cómic como medio de expresión respetable ha calado por fin entre el público general. Gran parte de la culpa la tiene el fenómeno “Novela Gráfica”. Quién diría que al final, la clave para salir del “pozo” ha sido editar tebeos que externamente se parecen a libros normales… porque a nivel de calidad no creo que la cosa haya cambiado demasiado. De hecho, una buena parte de estas novelas gráficas son en realidad recopilatorios de material publicado antes del “boom”.

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Este proceso de normalización ha traído no pocos beneficios, pero también se ha cobrado sus víctimas: da la impresión que cierto tipo de material gamberro, desquiciado y amoral que proliferaba en los 80 y 90 ya no tiene cabida en esta era respetable y seria. El medio emergió del subsuelo, pero tuvo que dejarse allí algunas cosas que los de arriba no entenderían y/o consentirían.

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Por suerte siempre quedan iconoclastas indomesticables que hacen caso omiso de la tendencia y siguen a lo suyo. Uno de ellos, el loquísimo Johnny Ryan,  tuvo la feliz idea de adoptar el formato novela gráfica no para suavizar su discurso, sino para radicalizarlo más todavía, alcanzando cotas de ultraviolencia y mal gusto inéditas en sus trabajos anteriores, que ya es decir.

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Prison Pit”, el tebeo en cuestión, narra las desventuras de un preso alienígena “escupido” a su suerte en un inhóspito planeta prisión lleno de gente de su calaña. Dicho de otra manera,  la cosa va del tipo peleando a muerte con todo ser vivo que se le pone delante. Poco diálogo, dibujos que aparentan (recalco lo de aparentan) haber sido realizados por un niño de 10 años, sangre, amputaciones, escatología pasada de rosca y una progresiva sensación de deriva psicótica son sus credenciales estilísticas.

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Curiosamente, y no se si por casualidad o inspiración directa, “Prison Pit” guarda bastante parecido con la desquiciadísima serie de animación “Superjail!”. La comparación entre ambos productos resulta muy interesante:  comparten planteamientos argumentales, estilísticos y “filosóficos”, pero en cada uno se aplican esas características utilizando recursos propios de sus respectivos medios de expresión. Si el punto fuerte de “Superjail!” son esas rapidísimas secuencias de ultraviolencia epiléptica, en “Prison Pit”, Ryan se recrea en el detalle grotesco, poniendo técnicas narrativas “avanzadas” al servicio de la zafiedad.

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Un tebeo a reivindicar, tanto por su calidad propiamente dicha como por la “llamada a rebelión” que lleva implícita en cuanto a la forma de hacer cómics en esta nueva época “oficialista”.