Si hablamos de figuras clave en la evolución del “Movimiento Novela Gráfica”, no podrían faltar los nombres de David Mazzucchelli y Daniel Clowes. Curiosamente, ninguno de los dos ha creado una novela gráfica original hasta hace bien poco, pues sus míticas bibliografías estaban compuestas hasta la fecha por recopilaciones de material publicado originalmente en formato comic-book o revista. Ambos “estrenos” han visto la luz recientemente en el mercado español.
Por parte de Mazzucchelli tenemos “Asterios Polyp”, donde el autor da el do de pecho en cuanto experimentación narrativa, exprimiendo a tope las posibilidades del medio. Uso del color, planificación y composición de viñetas aparte, quizá el logro más impresionante lo consiga con la definición gráfica y tipográfica de los personajes: cada uno dispone de un trazo, tipo de letra y forma de bocadillos de diálogos diferente, que los caracteriza de forma brutal a primer golpe de vista. Por desgracia, esa avalancha de recursos estilísticos se ve lastrada por una historia excesivamente pedante, como si Mazzucchelli quisiera dejar claro que en cómic también se pueden hacer cosas cultísimas con referentes cultísimos. A mi no dejaba de recordarme la serie “Frasier” en su vertiente más vergonzante. En fin, otra víctima del complejo de inferioridad imperante en ciertos sectores del medio tebeístico, donde predomina la continua necesidad de reafirmarse como forma de expresión culta, generando obras que parecen creadas en épocas pretéritas, cuando existía una robusta y bien definida frontera entre cultura y subcultura, ahora totalmente demolida.
Diametralmente opuesto resulta el caso de “Wilson”. La primera novela gráfica de Daniel Clowes no podría ser menos novela gráfica: Una historia compuesta por unidades narrativas autónomas de una página, cada una con un estilo de dibujo diferente. Si me la encontrara sin saber nada de ella, apostaría que se trata de un recopilatorio de páginas dominicales. La verdad es que no sé si hubo alguna intencionalidad contracorriente por parte de Clowes en todo esto, pero lo cierto es que la cosa funciona muy bien. Cada página tiene la estructura de un chiste en la que los razonamientos planteados al principio son demolidos al final, dejando un regusto amargo, patético y cruel, pero aún así no puedes dejar de reírte. Wilson es uno de esos personajes tan bien construidos que trasciende el papel, y que ponen en evidencia nuestra propia condición. Una maravilla.
Frasier?, vergonzante?. Comorl???.
Frasier trataba de dos ridículos pedantes, de culta tenía poco. O yo la recuerdo así.
Tengo pendiente el Asteryos, pero la de Clowes me ha dejado la misma sensación ambivalente de la mayoría de sus obras… Lo de los cambios de estilo, muy meritorios en sí mismos, pues no termino de verles la función… Si me pongo en plan mala, me da por pensar que Clowes, que tampoco es que sea un grandísimo dibujante, ha querido lucirse… Pero supongo que decir eso sería injusto. Y la historia, ay… No sé. Algo de la pedantería que achacas justamente a Mazzuchelli, de ese «complejo de inferioridad», lo veo demasiado a menudo también en Clowes… Y en esta obra, algo hay que me suena impostado en los discursitos del amigo Wilson. Serán manías mías, qué le haremos. Por lo demás, no quiero ser negativa, creo que el Wilson, como en general todo lo que pare Clowes, es un pedazo de tebeo, muy interesante por muchos motivos y, con los peros que se quiera, a mí también me ha gustado. Con todo, mis tebeos favoritos del autor siguen siendo Como un guante… y David Boring, sin haber leído todavía el que creo que más promete, The Death Ray. A ver cuándo lo editan por aquí…
Saludines.
Diego: Ya se que «Frasier» era una comedia, pero a veces en la serie se pasaban con el tópico (topicazo) de «paleto que vive feliz en su ignorancia, y erudito que vive martirizado por su sabiduría». En «Asterios» pasa un poco lo mismo, pero en este caso no se trata de una comedia para todos los públicos, sino de una obra de «vanguardia» en la que el autor conscientemente saca toda su artillería para crear una magna obra, y a ese nivel, los tópicos son más dañinos todavía.
Lola: Si, la verdad es que «Wilson» también lleva su dosis de discurso intelectual(oide), pero en este caso, forma parte del juego. Si te fijas, muchos de los chistes consisten en la siempre interesantísima contraposición dichos/hechos. Wilson teoriza a tope, pero después su vida es la que es, y sus hechos, idem. En ese caso la pedantería (en cualquier caso mucho más suave que en «Asterios») juega un papel fundamental en el chiste. Lo que pienso que quiere decir Clowes es que «arregladores de mundo» hay a patadas, pero las cosas están como están. Fijándonos en Wilson quizá comprendamos mejor esa presunta incongruencia.
En cuanto a los cambios de estilo, yo tampoco conseguí encontrarles sentido narrativo, quizá el objetivo de Clowes, además de lucirse, fuese recalcar esa estructura anti-unitaria de la que hablaba en el post.
Tal y como lo dices, la cosa tiene bastante sentido, David, supongo que debe ser eso. De todos modos, sigue molestándome algo la cosa, por el rabillo del ojo como si dijéramos, pero sí, visto así creo que se justifica. Y de acuerdo con el «mensaje» del tebeo, también. Si es que en el fondo me encanta, Clowes… 😉
De acuerdo en casi todo. Mazzucchelli, efectivamente, parece demasiado preocupado, casi angustiado, por epatar, por demostrar lo mucho que domina el medio. Quizás se deba a que hace casi una década que no publica nada. Es como el síndrome Kubrick, que parece que cada obra que sacaba tenía que ser la última palabra. El problema es que, como Kubrick, Mazzu no es un gran guionista, así que, formalmente sí, es apabullante, pero la historia, pues es bastante simplona si quitas todos los fuegos artificiales y las referencias cultas. Yo lo disfruté bastante, sobre todo las partes más ligerillas, cuando el prota se va de la ciudad y tal.
El Wilson sí me parece muy grande. De lo que más se habla es de los cambios de estilo. A mí me ha gustado mucho ese recurso. Efectivamente, parecen páginas dominicales, con su título y su estructura cerrada. Pero hay algo más: una serie dominical no cambiaría de estilo cada domingo. Un cómic, manteniendo el estilo de principio a final, hace que el estilo se haga invisible. Al cambiarlo de página a página, Clowes evidencia el estilo, evidencia que estamos ante un artificio, lo que nos distancia de los hechos, nos convierte en espectadores externos. Esto ya se viene haciendo en otras artes desde hace mucho tiempo. Pienso en el Ulises de Joyce como ejemplo paradigmático, o en esa obra de Calvino, Si una noche de invierno un viajero. Pero mientras en aquellas obras el estilo parecía estar en función de lo que se narraba en ese capítulo, en la obra de Clowes parece arbitrario. Trabaja con los recursos de la historia del cómic, trabaja con sus convenciones y elementos asumidos como naturales para que dejen de parecernos naturales: el cómic de humor tiene forma y recursos de cómic de humor, el cómic romántico forma de romántico, etc. Con una simple ojeada, un lector experto sabe el tono de un cómic. Clowes defeca en esto: su cómic narra acontecimientos que nosotros debemos de dilucidar en qué tono están narrados. El choque entre forma y fondo sólo hace que ambas partes se enriquezcan, al hacerlas evidentes.
Todo esto no valdría de nada si la historia que nos cuenta fuera un cagarro. Para mí no es el caso. Es cierto que encontramos lugares comunes en la obra de Clowes, pero profundiza en muchas de sus obsesiones hasta puntos donde antes no había llegado, y apunta alguna nueva. Se nota que Clowes, si no madurando, sí está envejeciendo, y eso le hace tener nuevas preocupaciones: la madurez, la muerte, la paternidad… cosas muy poco cool.
Un abrazo y felices fiestas.
Si, puede que por ahí vayan los tiros en los cambios de estilo. De todas formas seguro que en alguna entrevista, el propio autor dice algo al respecto. Habrá que tirar de Google…
Y es verdad tambíen que la «vertiente alucinógena» de Clowes va desaparaciendo con los años. De todas formas su esencia bizarre seguirá acompañándonos siempre (espero).
Feliz año desde aquí también.
«Al principio quería que hubiese un único y particular estilo para todo el libro, pero descubrí que en mis bocetos había estado dibujando desde caricaturas muy simples hasta cosas mucho más realistas, con lo que me quedé bloqueado hasta que mi cerebro dio de forma inconsciente con la solución: utilizar todos esos estilos. Eso me permitiría separar y dar una personalidad muy específica a cada una de las páginas, así como modular el efecto de cada momento de una forma muy precisa».
Clowes en una entrevista para el Mundo. Me quedé más o menos como estaba.
Pues sí, el señor Daniel echa balones fuera. Eso de «modular el efecto de cada momento de una forma muy precisa», además, suena un poco falso, porque cada microhistoria de una página está dibujada de forma aparentemente aleatoria, es decir, que una página especialmente dramática puede estar dibujada con cabezones caricaturescos, y otra con un gag ligero puede estar dibujada con realismo. En ese sentido, ¿cómo utiliza el estilo para modular el efecto de forma precisa? ¿Qué aporta ese estilo concreto a esa situación concreta? Yo lo veo más como una acumulación, como un recurso general para toda la obra. Pero vaya, sobra decir que es mi visión y mi teoría. De todas formas, o bien Clowes no quiere soltar prenda, o bien le quiere restar importancia al asunto, dejándolo como un recurso que nació de forma inconsciente, no meditado. Y ahí casi que no me lo creo, pero va en consonancia con su faceta anti-intelectual.
Y sí, su bizarrismo nos sigue acompañando. Y como se agradece.
Por cierto, muy jugosa tu lista de discos. Esperamos impacientes las siguientes listas.
Un abrazo.