No soy muy de obituarios. En los casi cuatro años que llevo con el blog no he posteado una sola nota necrológica, pero creo que la prematura muerte del genial Satoshi Kon (46 años) bien merece unas líneas de duelo.
Porque en esta ocasión la tristeza no viene solo porque se nos ha ido un verdadero grande de la animación, sino también porque da la impresión de que al hombre le quedaba aún muchísimo que ofrecer. De sus comienzos como discípulo de Katsuhiro Otomo a principios de los noventa, fue evolucionando a una velocidad endiablada, llegando, en mi opinión, a superar a su maestro con esas dos joyas onírico-jungianas que son “Paranoia Agent” y “Paprika”, obras que demostraron como pocas el auténtico potencial del cine de animación (en 2D para más inri) a la hora de abordar ciertos temas e historias en los que la “imagen real”, por mucho CGI que le chuten, no puede dar la talla.
En fin, nunca sabremos lo que nos hemos perdido. Solo queda esperar que siga vivo mucho tiempo en ese inconsciente colectivo que tanto le gustaba retratar (metafóricamente) en sus películas y que su legado sirva para inspirar a futuras generaciones de autores. Sniff…
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