«¿Incultos los jóvenes?¿Inculta la sociedad de nuestro tiempo? Una institución docente que sólo estima verdaderamente a quien lee, y desprecia a quien ve la tele o se entretiene con los videojuegos no puede pervivir en esta época. Igualmente, esa enseñanza pública que pone los ojos en blanco ante los libros (sin contar que el 40 por ciento de los maestros españoles no visitan jamás la biblioteca) y no sabe explicar la publicidad, que repite nombres de personalidades de hace una eternidad y no acierta a referirse a los que lideran nuestras vidas, una institución, en fin, que se vanagloria de textos donde aparecen los nombres egregios de centurias atrás y es ciega a la mitología de nuestra época, no sirve. Sencillamente debería cerrar. Habría cerrado ya si fuera una empresa y, de hecho, su único poder deriva, como en los tiempos del mandarinato, del monopolio en la dispensación de títulos casi gratuitos.»
Vicente Verdú en «Yo y Tú, Objetos de Lujo«
Hacía tiempo que no leía algo tan acertado. Una pena que esté escrito en un libro, por lo que no va a recibir la atención que se merece.
El tema me recordó a los artículos que dearticulan el argumento de que cada vez se lee menos, cuando sucede todo lo contrario: lo que pasa ahora es que se lee más en la pantalla que en el papel, pero ambas acciones son lectura, pero provocan paradojas (la prensa está a vivir su peor crisis justo cuando tiene más lectores que nunca).
Amén.
Le otorgo su valor a los viejos sabios, a las viejas doctrinas, corrientes y escuelas y las bellas artes tradicionales; pero tomarlas como piedra angular en la educación del siglo XXI, tsss… pocos maestros hacen bien su trabajo.
Se nota que no soy profesores… No aguantaríais ni 5 minutos a nuestros alumnos. Cuanta más innovación y actualización introduces en clase, menos te respetan.
Eva, yo creo que es más una cuestión de contenidos que de métodos.
Estoy de acuerdo que hay mucha tontería pedagógica experimental que deriva en unas aulas anárquicas imposibles de controlar.
Pero lo que no se puede aceptar es que un chaval de 16 años sepa analizar perfectamente la estructura de un poema del siglo XVII (por poner un ejemplo) y sin embargo no comprenda como le están «vendiendo la moto» cada vez que ve un anuncio en televisión.