Difícil encontrar un cineasta más incomprendido que Paul Verhoeven. A estas alturas de la vida aún existen supuestos cinéfilos que ven a “Robocop” y “Starship Troopers” como dos blockbusters fascistoides. Muchos todavía son incapaces de apreciar la carga de profundidad satírica y visionaria que esas películas llevan dentro.
La cuestión es que, tras el fracaso comercial de “Starship Troopers” allá por finales de los 90, Verhoeven decidió aceptar un proyecto de encargo, más convencional, supongo que para recuperar su crédito como director taquillero, dejando propuestas más arriesgadas para tiempos en los que su valor en la industria estuviese menos cuestionado. Se trataba de “Hollow Man”, en España “El Hombre sin Sombra”, una revisión del mito del hombre invisible para el incipiente nuevo siglo.
La peli funcionó moderadamente bien en taquilla, pero fue ninguneada por la crítica y el grueso de los incondicionales del realizador holandés. Craso error. Proyectos “alimenticios” como éste toman la medida autoral de sus responsables con mayor precisión que sus obras más personales, y Verhoeven sale muy bien parado del test. Él mismo declaró en su día que se limitó a filmar el guión tal cual se lo habían entregado, pero lo que vemos en pantalla es puramente verhoveniano. El director no toca el guión, pero lo lleva a su terreno al plasmarlo en celuloide; lo que en manos de un “artesano de plantilla” sería plano y anodino se convierte en algo único y con personalidad: violencia, sexo, efectos especiales, gags… el tratamiento que les da Verhoeven no puede dárselos ningún otro.
Sirvan como ejemplo las magníficas escenas de transformación visibilidad/invisibilidad y viceversa. En la peli se combinan técnicas infográficas (aún hoy) muy sofisticadas con una puesta en escena agobiante y violenta. Las imágenes transmiten dolor y fisicidad de manera pocas veces vista aún yéndonos a la esfera del underground.
Otra evidente marca de fábrica del holandés es el desparpajo sexual que imprime a los personajes: la manera de moverse, de tocarse… remite a una mentalidad mucho más abierta y (sobre todo) natural hacia el sexo de lo que podemos ver en otras películas con idéntica o mayor carga erótica sobre el papel. Fuera del tema sexo, los personajes se mueven con una naturalidad y un carisma difícil de ver en este tipo de películas, donde los secundarios son puros artefactos sin personalidad con la única misión de ir muriendo a lo largo del metraje. De hecho, da pena que se mueran cuando les toca el turno.
Todo lo dicho anteriormente queda condensando a la perfección en Sebastian, el personaje principal magníficamente interpretado por Kevin Bacon. Su carácter pícaro y bromista hace que los espectadores aceptemos sus fechorías como travesuras bastante después de que crucen la barrera del delito. Esa identificación con el malo se va rompiendo gradualmente hasta que los niveles de demencia de Sebastian generan un escenario ultraviolento de muerte y sangre, llegando al punto de que nos preguntemos cómo unos minutos antes ese tío nos caía simpático. Todo eso no es fácil de lograr, pero el tandem Verhoeven/Bacon lo consiguen con pasmosa naturalidad.
En resumen “El Hombre sin Sombra” es una peli de apariencia convencional pero de tremendos valores cinematográficos “escondidos”, y no debería considerarse como una obra menor en la filmografía del grandísimo Paul Verhoeven.
Comentarios recientes