“El Caballo de Turín” ha sido la película más bella y a la vez más dura que he visto en mucho tiempo. El “vaciado de contenido” ejercitado en ella por Béla Tarr no debería sorprender a los conocedores de su filmografía, pero en esta ocasión nos sacude en lo más hondo de nuestro ser, como individuos y como colectivo.
Lo que vemos en pantalla, así tan abstracto, tan desubicado, es la metáfora definitiva de lo que nos está pasando aquí y ahora: El mundo se descompone poco a poco y lo sabemos, lo sabemos porque nos afecta directamente, y aún así seguimos como si nada, esperando sin esperanza, mirando hacia otro lado como el niño que cree que va a borrar de la existencia algo que no le gusta cerrando los ojos.
Obra maestra sin paliativos. No creo que exista una película en lo que llevamos de década que nos haya definido tan bien a todos.
Creo que el principal atractivo de esta anécdota consiste en el clamoroso absurdo que emana de ella. Nadie entiende cómo Soraya llegó a pronunciar “poyeya” de un modo tan insistente y tan nítido. Nadie quiere pensar en ello. He podido comprobar que en lo referente al “poyeya” y las circunstancias de su aparición la gente ríe y hace burla, pero evita a toda costa analizar la aberración de la que se está mofando. Mi hipótesis sobre el “poyeya” es que Soraya lo articuló deliberadamente, pero no lo hizo para polemizar o llamar la atención, sino que fue producto de una técnica vocal desafortunada. Alguien de la academia de O.T. (o incluso ella misma en una libre interpretación de lo aprendido en las clases) le recomendó cantar las palabras “por ella” con una dicción peculiar a fin de lograr el efecto contrario del que finalmente obtuvo; es decir, Soraya intentaba vocalizar un “por ella” sublime, un “por ella” con dolby surround. Debieron de explicarle que dadas las características especiales del sistema de sonido y la algarabía que reinaba en la sala era mejor alterar la pronunciación de las palabras, idiotizarlas de alguna manera para que sonaran normales. Algo parecido a eso que dicen sobre el cine, que si quieres que una vaca filmada parezca realmente una vaca es mejor filmar un caballo blanco con manchas negras.
Miguel Noguera en “Ser madre hoy”
Con el nuevo libro de Miguel Noguera me estoy descojonando todavía más que con el anterior, que ya es decir. ¿Para cuando un Ultrashow en Galicia?!!!!.
P.D.: Fíjense que en la cita va incrustada otra cita. Un gag aparecido en una famosa serie de TV. Un fabuloso (no) premio al que la encuentre.
Si alguien podía concebir una obra de arte capaz de emocionar en plan “pelos como escarpias” y a la vez hacernos descojonar de risa, esos tenían que ser los Hidrogenesse. Lo han conseguido con “Un dígito binario dudoso” un disco conceptual dedicado nada menos que a Alan Turing, en el centenario de su nacimiento.
La fuerza de este nuevo trabajo del dúo barcelonés radica en como han fusionado en formato canción los dos aspectos claves de la vida de Turing: Por un lado tenemos al genio-padre de la computación moderna, fascinado con el concepto de inteligencia artificial y pieza decisiva de la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial en su labor como descifrador de códigos imposibles (por lo que fue condecorado). Por otro, su condena a castración química propiciada por el “delito” de ser homosexual (y contarlo sin complejos) en la Inglaterra de 1952. Turing, muy deteriorado física y psicológicamente, acabó con su vida dos años después comiéndose una manzana envenenada con cianuro.
Despierta Alan…
Así, en un estilo electrocamp más trabajado y complejo de lo que parece (muchísimo más), los Hidrogenesse cantan las gestas del genial lógico insertando sus tragedias en el ámbito computacional, llegando en ocasiones a una suerte de fascinante “transcendencia digital”, tipo Punto Omega tipleriano, donde todo se resuelve y este irrepetible genio maltratado alcanza al fin la paz.
Si quieren saber más sobre esta bellísima pieza sonora les recomiendo visitar TURING BITS, donde sus creadores hablan de como la han construido y del hombre que la inspiró.
“Inspirados, según los rumores de la agencia, por el encuentro epifánico de un director creativo de RSB con algo anunciado como Muerte Por Chocolate en una cafetería de Near North, los ¡Delitos! eran de chocolate en su totalidad, y no solo el pastel, sino también el relleno y el glaseado, y de hecho era todo chocolate de verdad o fondant en lugar del habitual cacao hidrogenado y el sirope de maíz alto en flúor, de forma que los ¡Delitos! no estaban concebidos realmente como una variante de rivales como los Zingers, los Ding Dongs, los HoHos y los Choco-Diles, sino como una revisión al alza y un replanteamiento de los mismos. Un cilindro rematado en cúpula de pastel esponjoso sin harina, con sabor a maltilol y recubierto por completo de una capa de 2,4 mm de baño de chocolate alto en lecitina manufacturado con pequeñas cantidades de mantequilla, mantequilla de cacao, chocolate de pastelero, licor de chocolate, extracto de vainilla, dextrosa y sorbitol (un baño relativamente caro, y cuyas redundancias en materia de mantequillas requerían por sí solas innovaciones heroicas en los sistemas de producción e ingeniería: se habían visto obligados a montar otra línea de producción con máquinas nuevas, a impartir formación nueva a los trabajadores de la misma ya volver a calcular las cuotas de producción y de garantía de calidad más o menos a partir de cero), un baño de alto nivel que luego se inyectaba también mediante aguja de pastelería a alta presión en el interior de la elipse hueca de 26 x 13 mm que había en el centro de cada ¡Delito!(un centro que por ejemplo en los productos de Hostess Inc. estaba relleno de nada más que manteca de cerdo batida y azucarada), lo cual resultaba en una dosis doble de un glaseado ultrarrico y casi del nivel del glaseado de restaurante, cuya bolsa central -dado que la exposición al aire de la fina capa de baño exterior le confería aquella naturaleza tradicional de mazapán duro pero delicuescente de los glaseados- parecía todavía más rica, densa, dulce y delictiva que el glaseado exterior, un glaseado que en la mayoría de los PRI y SIRG de los test de campo de las empresas rivales era declarado la parte preferida por los consumidores.”
Lo de arriba es un fragmento del relato “Señor Blandito” de David Foster Wallace, incluido en el recopilatorio “Extinción”. Sólo puedo calificar de impresionante la habilidad narrativa de Wallace para extraer de un contexto tan anodino como un test de prueba de pastelitos semejante trastienda de paranoia, espionaje corporativo, tecnología de los alimentos, ingeniería social y manipulación a través del lenguaje. Este hombre COMPRENDÍA.
… Y lo peor de todo, es que me quedaron unas ganas tremendas de “delinquir”. Me conformaré con un Tigretón.
No soy ningún experto en Suecia, pero por cultura general (y pop) sé que se trata de uno de los países más avanzados del mundo en cuanto a desarrollo del tan inalcanzable en estos tiempos “estado de bienestar”. Son conscientes, y posiblemente por ello, en la sociedad sueca existe cierto grado de hipersensibilidad hacia todo aquello que pueda amenazar su modo de vida y su garantista estado de derecho. Ahí tenemos, por poner dos ejemplos fáciles, el éxito de la trilogía Millennium, sacando a flote el lado oscuro corrupto-misógino del país o el exceso de celo puesto en el caso Assange, al que la opinión pública sueca ha condenado de antemano, seguramente valorando más el crimen del que se le acusa (acoso y violación menor) que las circunstancias e intereses que rodean al caso.
Ante semejante panorama, la serie “Äkta Människor” (internacionalmente “Real Humans”) presenta un altísimo interés sociológico-bizarro, pues en ella se trata el (todavía ficticio) “problema robótico” desde el punto de vista sueco, además orientado hacia una audiencia autóctona masiva, pues fue emitida en prime time por el primer canal de la SVT, la equivalente sueca a la BBC o a nuestra RTVE . En ella nos es mostrado un presente alternativo en el que los robots de apariencia humana comercialmente conocidos como Hubots triunfan como producto de uso doméstico e industrial. Pero este estado de bienestar sustentado por robots peligra por dos frentes: hubots que han obtenido (ilegalmente) el don del libre albedrío y extremistas humanos que ven a los hubots como el principio del fin de la humanidad.
Hasta aquí todo suena tópico, pero tan solo visionando el primer capítulo de la serie se puede apreciar su peculiar enfoque. En ella se mezclan lo naif, lo cómico y lo siniestro en originales formas. Como si de una serie española se tratase, hay una línea argumental y unos personajes pensados para cada segmento de público: El anciano con problemas con su estricta hubot geriátrica, la madre trabajadora que tiene que dejar en manos de su asistenta robot el cuidado de su hija pequeña, el hijo adolescente rondando por allí con las hormonas revolucionadas y tremendas tentaciones hacia una hermosa muñeca que no se va a quejar si quiere hacer uso ilícito de ella, un currante que ve su vida venirse abajo por la incursión de los hubots en su entorno familiar y laboral, su mujer insatisfecha tirado de entrenador personal sintético para saciar sus apetitos sexuales… Pero a diferencia de lo que pasa en las series patrias multitarget , en ésta las tramas no toman por tonto al espectador, están llenas de dilemas y ambigüedad, de forma que no posicionan a los personajes como buenos y malos sino como gente con sus circunstancias. Además, dichas líneas argumentales se entrecruzan formando un todo coherente que da una buena visión de conjunto del tema tratado.
A destacar también el acabado estético de la serie, con una puesta en escena en colores pastel y un excelente (y malrrollero) trabajo de maquillaje que nos hace dudar si los hubots están interpretados por actores (gran trabajo el suyo también) o fueron creados con lo último en efectos visuales animatrónicos. Ese ambiente kisch contrasta con la profundidad de la serie en lo psicológico y lo sociológico. Realmente, los hubots son una herramienta narrativa para evidenciar nuestras necesidades y carencias. Las conclusiones son claras: Demandamos una atención continua que no tenemos. Más que amigos o pareja, queremos seres vivos “cosificados” que no nos lleven la contraria y nos den el parabién en todo. Ahí están los dueños de mascotas y los viejos verdes “capturados” por jovencitas con segundos intereses para demostrarlo.
No tenía nada preparado para EL EVENTO, pero mi queridísimo Tumblr me ha proporcionado material instantáneamente. Culo múltiple cortesía del emergente Jonny Negron.
Y para amenizar la jornada, una canción sobre culos. Nunca me expliqué como no se se ha convertido en megahit. Ojo a la letra:
Se ve que “Rosemary’s Baby” es una película con inclinaciones naturales al spoiler. Si por aquí la jodieron con la “adaptación” del título (“La Semilla del Diablo”), en Polonia tiraron de póster:
Y hablando de jodiendas, qué mejor banda sonora para el post que esta versión del tema principal de la peli, elaborada por Fantômas:
“En abril de 2011 el gobierno chino prohibió que apareciesen en TV, películas o novelas todas aquellas historias que hiciesen referencia a realidades alternativas o viajes en el tiempo. Esta es una buena señal para China, puesto que significa que la gente aún sueña con alternativas, así que hay que prohibir este sueño. Aquí no se piensa prohibir nada de eso, porque el sistema en el poder incluso ha suprimido nuestra capacidad para soñar. Fijaos en las películas que vemos todo el tiempo. Es fácil imaginar el fin del mundo, un asteroide que destruya el planeta y ese tipo de cosas. Pero no se puede imaginar el fin del capitalismo.”
Slavoj Zizek, Liberty Plaza, NYC. 9 de octubre de 2011
“He intentado ser humano, pero la gente no quiere la humanidad, ni siquiera quiere al animal. Quiere el Fnac, quiere el coche de lujo, quiere la copa gratis, quiere ser alguien VIP pero también quiere ser estándar. […]. ¿Quién no quiere ser un lugar al que todos quieran ir?
[…]
…Esa es la sociedad. O compras o te vendes, o vendes tu ano o compras anos, o das por culo o te dan por culo. Esto es lo que hay. ”
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