Inland Empire

Hace ya mas de 10 años, Thomas Vinterberg y Lars Von Trier emitieron el manifiesto Dogma 95, dónde pusieron en cuestión los modos predominantes de producción cinematográfica mainstream: atrezzo a go-go, fotografía impecable, iluminación exquisita, tomas imposibles por medio de artefactos hi-tech… forma 10, contenido 0. Más o menos a la vez, el séptimo arte entraba de lleno en el mundo digital; la mayoría de «dogmáticos» prescindieron del celuloide para hacer sus películas, demostrando que es posible estrenar en formato video en un gran festival. Hoy en día, la baratez y sencillez de postproducción de la tecnología digital han hecho posible que multitud de cineastas que antaño jamás podrían llevar a cabo una ópera prima exhiban sus trabajos en todo el mundo.

Por otra parte, una serie de autores que, hasta hace poco, eran capaces de compaginar una marcada personalidad temática y estilistica con el hecho de trabajar bajo el manto de la industria, se encuentran cada vez con más dificultades para llevar adelante sus proyectos: Gente como Francis Ford Coppola, Terry Gilliam, Brian De Palma o David Lynch han tenido unos últimos años infestados de proyectos cancelados y trabajos alimenticios que se traducen en un escaso número de obras personales entregadas.

De este grupo de damnificados por el estado actual de la industria, David Lynch ha sido el primero en sumar dos y dos y adherirse a la tendencia digital «low-fi» para desarrollar su trabajo, decisión que se ve materializada en «Inland Empire«. Armado de una sencilla Sony PD 150 y ayudado por un grupo amigos, el mítico director consigue mantener su sello distintivo con mucho menos dinero y sin rendir cuentas a (casi) nadie. Lynch recrea ese universo absurdo, terrorífico y misterioso apoyandose en los medios de que dispone: la textura de DV en baja resolución confiere al film una atmósfera densa y agobiante que se intensifica con un exceso de primeros planos y una iluminación y localizaciones que solo pueden definirse como feístas. Esos planos cortos dan a los actores la oportunidad de sacar todo su talento interpretativo, sobre todo a una Laura Dern espléndida, capaz de pasar de la risa al horror en medio segundo, provocando en el espectador un aterrador sentimiento de esquizofrenia.

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Dejando de lado los aspectos formales, vamos al meollo: ¿Se ha pasado Lynch de raro en esta peli?¿Se está aprovechando de ser quien es para tomarnos el pelo a todos?¿Se excedió con las tres horazas de duración? Yo pienso que un poquito si se ha pasado, pero no veo el film como una tomadura de pelo, sino como un acto de libertad. Lynch ha repetido durante décadas que su concepción del cine se acerca bastante a la pintura y la música, ¿Se puede hablar de ficción, realidad, linealidad temporal o argumento al tratar con esos medios de expresión?. No; cuando escuchamos una pieza musical u observamos una obra pictórica, en nuestra cabeza se mezclan una serie de sensaciones abstractas, desordenadas, dependientes de nuestra propia personalidad y a veces dificiles de explicar. Eso es lo que pretende conseguir Lynch con su cine. Poco a poco, a lo largo de su carrera se ha ido alejando de los sistemas narrativos convencionales, llevando a su terreno tanto al público como a los que le dan el dinero para filmar. Estos últimos no han aguantado el ritmo, pero el realizador se ha buscado la vida el solito, y los cinéfilos siguen respondiendo: Solo estrenó el film en dos salas en los EEUU, registrando una ratio de ingresos/copia muy superior a la de cualquier Blockbuster, y a pesar de su condición de «peli rara», el DVD ocupa actualmente el puesto 47 de ventas en el ranking de Amazon. Así todo, he de admitir que, si el espectador no entra en el juego que propone el director, la película puede resultar indigesta, pues tras unos primeros 20 minutos más o menos «clásicos», las barreras de la lógica cinematográfica tradicional se derrumban sin vuelta atras durante las dos horas y pico restantes.

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Mi recomendación: si no conoce la obra de Lynch, esta es una mala película para empezar a hacerlo. Si por el contrario, es usted lynchiano, el visionado del film marca el momendo perfecto para plantearse dejar de serlo o seguir a este señor hasta el infinito. Yo me decanto por lo segundo.

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