Pienso que, en no pocas ocasiones, el adjetivo “onírico” es utilizado inapropiadamente en el ámbito de la crítica cultural. Por poner un ejemplo, en la (por otro lado excelente) “Inception” la acción se desarrolla mayoritariamente en los sueños de algunos de sus personajes, pero no es para nada una película de carácter onírico. No sé ustedes, pero yo rara vez sueño con mundos exóticos, fantásticas arquitecturas imaginarias o personajes de fábula. Por mucho que nos quiera hacer creer un amplio segmento de la cultura popular, los sueños no son fantasía visual desbocada, son otra cosa: remixes de la realidad mundana, contextos pre-experimentados yuxtapuestos y recombinados por la inescrutable lógica del inconsciente. Narrativas de la sinrazón en las que prima el deja vu, y tanto el espaciotiempo como la propia identidad del soñador pierden su coherencia. En definitiva, se trata de algo mucho más interesante y complejo que gnomos, castillos voladores o cosas parecidas.
Es por ello que valoro muchísimo todo producto cultural capaz de albergar una verdadera narrativa onírica. Ese es el caso de “Rubber”, obra de Quentin Dupieux, más conocido como Mr. Oizo. Dupieux pertenece a ese selecto club de productores de música electrónica franceses famosos tanto por su música como por haberse creado una distintiva y ultracool marca audiovisual. En su caso, él mismo dirige los videoclips de sus temas y el que nos ocupa ya se cuenta como su tercer largo.
Como buena película realmente onírica, “Rubber” no discurre explícitamente en el campo del sueño, pero basta verla para darse cuenta que muchas de las escenas allí reproducidas solo pueden haber sido generadas por un cerebro en fase R.E.M. Para comprobarlo basta con describir al personaje principal: un neumático que cobra vida y descubre poseer poderes psicoquinéticos que utiliza para hacer estallar la cabeza de casi todo bicho viviente que se le ponga delante. Cotidianeidad fuera del tiesto, alusión a terrores primitivos y referencia al imaginario popular (¿A quién se le ha olvidado la famosa escena de “Scanners”?) materializados en un trozo de caucho… ¡y lo que queda!.
“Rubber” es una oda a la sinrazón. Y no es que lo diga yo, se lo dice uno de los personajes directamente a los espectadores, unos espectadores integrados en la diégesis del film, utilizados como metáfora al verdadero diálogo invisible entablado entre el espectador real y el creador en cualquier película, pero mucho más acusado en ésta que en otras. Eso si, a diferencia del público ficticio, nosotros no necesitaremos prismáticos para ver la película… Ya les digo, narrativa onírica pura.
A todo esto, el apartado técnico impresionante. Hay que saber lo que se hace para seguir con la cámara a una rueda durante buena parte del metraje y fascinar en lugar de aburrir. Para componer la banda sonora, Dupieux solicitó la ayuda de Gaspard Augé, la mitad de Justice, con resultados a la altura de las circunstancias. La alucinante simbiosis audio/video en la secuencia final, para el recuerdo.
Mr. Oizo & Gaspard Augé –Tricycle Express
No sé, no sé…
Yo que pensaba que esta peli era una gamberrrada en plan serie Z ochentera de videoclub. En fín, habrá que arriesgarse.
De serie Z nada. Esta peli está mas próxima a Luis Buñuel y a Stanley Kubrick que a Ed Wood y sus vástagos.
Eso si, aprovecha conceptos del cine de derribo, pero para elaborar su propio discurso.
Yo también creía, por el argumento, que era serie Z, pero la realidad me ha parecido mucho más interesante. Una película muy divertida a pesar de ser pura tesis.
Si, en ese aspecto le pasa un poco lo que «Canino». Pero bueno, lo cierto es que Dupieux ha obtenido potentísimos momentos de narrativa onírica. Me quedo sobre todo con las partes en las que aparece el tipo de las gafas y la bicicleta.