Por si alguien no se ha enterado todavía, aviso que la brutal “Prison Pit” del irreverente Johnny Ryan, la cual reseñé aquí hace año y medio, ha visto la luz en español bajo el genial nombre de “Pudridero”. Coeditan Entrecomics Cómics y Fulgencio Pimentel entregando un primer volumen de factura impecable que no solo da mil vueltas a la edición de Fantagraphics, sino que sale más barato, pues por 20 bien invertidos euros, el lector se lleva el material contenido en los dos primeros tomos americanos.
Precisamente la majestuosidad de la edición refuerza mi teoría sobre la bipolaridad contenido/continente que se da en este tebeo. Una bipolaridad tan acusada que induce a reflexión: ¿Hasta qué punto se ha domesticado el consumidor de material “underground”?¿Qué ha pasado en los últimos 20 años para que, material como “Pudridero” sea consumido casi en exclusiva por un lector de corte gafapa “intelectual”, entrado en la treintena, presentado en una edición realmente “de coleccionista”?¿Dónde está la chavalada que leía El Víbora a semiescondidas flipando (sin pizca de ironía) con las burradas que allí salían? ¿Es la cultura del Reggaeton el nuevo y auténtico underground? Cada uno que saque sus propias conclusiones…
esta reflexión es de las que muerde el ojo al lector, sin duda. Aunque es coyuntural, o no… después de todo el underground USA también se ha adocenado, intuyo (bueno, tampoco lo sé, y viendo algunas cosas que otros blogs van reseñando desde Baltimore quizá no tanto por allá como por acá)
Yo tampoco es que conozca los ambientes underground en demasía, pero basta mirar la tebeosfera internetera para darse cuenta que los más interesados en este tipo de material, llamémoslo radical, llevamos una vida muy poco radical. La dicotomía contenido/continente de la que hablaba, se puede extender a lector/lecturas. Cuando yo era pequeño, El Víbora se dejaba ver en muchos ambientes: en los quioscos, en puestos de feria de cualquier fiesta local, en las manos de un «costras» leyéndolo en una esquina… Era un underground «transversal» en lo social y en lo demográfico, y accesible desde el punto de vista económico.
Ahora todo es muy distinto, el material radical va destinado sobre todo a un target «aburguesado», muy especializado y ya entradito en años. Incluso en las (maravillosas) convenciones norteamericanas de las que habla Santiago García, parece que los asistentes cumplen ese perfil, y los fanzines y minicomics que allí se venden son realmente piezas de coleccionista de edición limitadísima camufladas en marginalidad fotocopiada (muy caros, además). Vamos que no verás a un costras leyendo algo de eso en una esquina….
En fin, que la cosa «underground» ha cambiado mucho. Por mi parte, contentísimo con mis Crumbs, Kagos, Maruos y Burns en ediciones inmejorables 🙂
es cierto, puede que ciertta fase «social» de la historieta haya pasado y sea irretornable, no sé.
En la última Small Press eXpo el perfil del asistente era de 20 y pico a treinta y algo. Las chicas, por o general, algo más jóvenes. Bueno, yo tengo 37, así que los veía a todos en general más «jóvenes».
Precios. Muchísimo material entre 5$ y 10$, o sea, entre 3,5€ y 8€, asequible. Siempre hay los que se mueven hasta 20$ – 25$ pero el grueso era asequible.
Ya, ya… Lo de «caros» tendría que matizarlo, me refería más bien a caros en relación a «lo que son» (en cuanto a edición) y a una percepción del público general de lo que es caro. Quiero decir, a un lector de comics mainstream u ocasional de novela gráfica le dices que tiene que pagar 5$ por un tebeo de 24 páginas en formato pequeño en B/N, y se asusta. En ese sentido, la compra de un minicomic lleva implícito cierto nivel de compromiso (cultural y económico) con la escena y un puntillo elitista. De hecho, a mi me gustaría estar más «comprometido» y fardar de colección de minicomics, pero sus precios base unidos a los gastos de envío tranastlánticos «no mayoristas», me llevan a preguntarme qué puedo conseguir en Amazon por el mismo dinero y acabo traicionando a la causa y siendo menos cool.
En fin, todo mi discurso queda en papel mojado si pensamos en «la masa» pagando 6€ por un gin-tonic sin protestar…
Ok, David, entiendo en el enfoque. A veces uno tiene lo de 5$ tan asumido que no piensa en compararlo con la grapa que comentas. De todas formas para mí son contenidos taaan diferentes.
Lo del envío por transatlánticos es un poco sangría, sí.
Hombre, en el caso concreto de este tebeo seguramente la gafapastez está más en los ojos del que mira, en este caso tú, que en el tebeo. Yo lo veo chulo sin más, no tiene aspecto de hacer babear a bibliófilos, y te aseguro que mi currículo está más cerca del lector medio-bajo del Víbora, que lo fui, que del adicto a instagram con voz aflautada.
El Víbora del 79 al 90 publicó la mejor plantilla de autores que se haya permitido publicar ninguna revista internacional de cómic, esto es algo que probablemente ignoran fuera de aquí, y sin embargo tiene aura de boletín taleguero. Pero todo esto tenía que ver más con unos pocos, muy pocos, autores obsesionados con retratar lumpen, como el gran Pons o sobre todo los primeros Gallardo y Mediavilla –que lo que son las cosas, tenían más magia cincuenta veces que Shelton y Matotti, por mentar dos intocables–; tenía que ver con el diseño de la revista, que no es que fuera poco o nada nuevaolero, es que era feo; y sobre todo tenía que ver con el momento social.
Pero en esta reflexión tuya falla una cosa: el underground, amigo mío, siempre fue cosa de señoritos, autores y lectores. En América también, y Johnny Ryan el que más de todos. Otra cosa es el disfraz que el señorito viste en cada época. En los ochenta, los señoritos como san Haro-Ibars llevaban tupé, chuta y navaja.
Hablamos de underground: no confundir con la genuína vanguardia, con el reggaetón, la música para chicas, para teens y para macarras de feria en general. Ahí sí que hay peligro, güey, y siempre lo habrá. Pero el gafapastismo siempre llega tarde a eso.
Pilon, creo que te confundes. Cuando hablo de gafapastez (medio en coña, pues el término ya se ha convertido en una palabra comodín inservible) me refiero a los lectores, no al material.
¡Dios me libre de poner a «Pudridero» pore encima del concepto general de «El Víbora» en sus años dorados!. Eso sí, «Pudridero» podría haber estado en «El Víbora» con todos los honores , pero hoy por hoy, sabemos que nunca llegará a segmentos de público a los que «El Víbora» sí llegaba, un público que seguramente disfrutaría con su lectura.
Si es verdad que el underground es bastante de «señoritos», más de lo que nos gusta admitir a los que lo leemos, pero ahora mucho más que antes. Para llegar hoy a «Pudridero» hay que estar mucho más metido en «el rollo» que para llegar a material similar hace años, se necesita un bagaje mucho mayor que el que yo tenía cuando llegué a Max, a Crumb o a Iron cuando era chaval… y el saber que «Pudridero» no está para nada orientado a la chavalada, desde la concepción hasta la edición, que los lectores de menos de 20 no son para nada su target, deja un regustillo amargo, como que el undeground es ya otra cosa… otra cosa mas «de pureta», si lo quieres llamar así.