Balada Triste de Trompeta

Hace dos años daba a Álex de la Iglesia por perdido: Mainstreamizado a tope con la anodina “Los Crímenes de Oxford”, estrenando en televisión una serie con tan poca gracia como “Plutón B.R.B. Nero”, y rubricando su supuesto adocenamiento convertido en presidente de la Academia de Cine… ¡Que equivocado estaba!

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Porque “Balada Triste de Trompeta” no solo hace olvidar sus recientes traspiés creativos, sino que se trata de la obra más arriesgada y radical del director vasco. Como Suehiro Maruo, como Thomas Ott, como David Lynch en sus momentos más tétricos… de la Iglesia consigue destilar pura pesadilla, pero además lo hace tomando como base  lo peor del inconsciente colectivo “patrio”: guerra y posguerra, la sensación de derrota, circos en decadencia, payasos tristes, calles sucias y oscuras, bosques tétricos llenos de alimañas, cacerías, imaginería religiosa,  el Valle de los Caídos… todo se presenta en pantalla, reactivando en mayor o menor medida recuerdos insertados en el fondo de nuestras mentes, bien sea por que lo hemos vivido, porque nos lo han contado o simplemente porque el legado de aquellos tiempos sigue vivo, propagándose en los albores del siglo XXI.

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Hay quien critica a la película por las incoherencia del guión, por la falta de estructura, y yo digo: ¿Desde cuándo las pesadillas tienen estructura narrativa?. Haganme caso: “Balada Triste de Trompeta” marca un hito en la historia del cine español, y se convertirá en un cult classic a nivel planetario. Quien no acuda a verla antes de que la quiten de cartel, no podrá decir que “estuvo allí cuando ocurrió”.

P.D.: Ni que decir tiene que, de haberla visto antes, ahora estaría colocada en un buen puesto de mi Top 10 de 2010. Ahora ya está todo montado y no voy a ponerme a hacer cambios… Pero que conste.