Con “Diamond Flash”, la ópera prima de Carlos Vermut, se ha dado un fenómeno más propio del siglo pasado que de estos tiempos interneteros, con sus P2P, sus Amazons y sus ventanas de distribución fílmica hiperreducidas: el culto alrededor de una película difícil de ver.
Vermut ha dirigido y producido la película él solito, y en lugar de buscar distribución comercial al uso, se la ha llevado debajo del brazo para proyectarla de manera ultralimitada en espacios de sensibilidad cultural afín a su propuesta. Muchos de los que la han podido ver en uno de esos pases han llenado blogs y redes sociales de comentarios extremadamente positivos acerca de la misma, haciendo especial hincapié en la singularidad de su propuesta y en el buen aprovechamiento de sus limitadísimos recursos. La cuestión era: ¿Las buenas críticas eran fruto del auténtico valor artístico de la película o venían propiciadas por el halo de exclusividad que proporcionaba el haberla visto? (que nos conocemos…). Pues bien, “Diamond Flash” ha sido finalmente estrenada en la plataforma Filmin, ya la puede ver cualquiera dispuesto a pagar 3 euros por ello. Yo lo he hecho y estoy en disposición de responder a esa pregunta…
Desde mi incongruente condición de “hypeado” pero realista, me he encontrado más o menos con lo que me esperaba: una película no genial y rompedora como muchos proclamaban, pero si notable y diferente. La mejor frase para definirla sería: técnicamente sencilla, emocionalmente densa. Algo raro de ver en un debutante, para más inri profesional del cómic y la ilustración, eso de poner tanto peso dramático en las interpretaciones en lugar de buscar la virguería visual molona. Y no nos engañemos, la película mola visualmente, pero sin necesidad de despliegues técnicos, se basta con una buena selección de localizaciones, encuadres e incluso de los objetos manejados por los personajes.
El metraje se compone de un puñado de secuencias cuasi-autónomas conectadas por un suceso y un misterioso personaje. Impera el diálogo de alto voltaje emocional (estupendo reparto), pero la acción se desarrolla en un contexto pop, a veces de forma sutil, a veces en toda su explicitud. Problemas y sentimientos muy reales en un mundo en el que la maravilla es posible. Quizás en esta sensibilidad, muy próxima en ciertos aspectos a la mayúscula “Locas” de Jaime Hernandez, esté el mayor logro de la película.
En el apartado de cosas mejorables quedarían ciertos aspectos del guión. Por momentos destapa demasiado su andamiaje y cae en ciertas salidas de tono necesarias para hilvanar giros y conexiones. Pero bueno, estos detalles quedan compensados con su hábil estructura elíptica, que a buen seguro generará en la mente de todo espectador que quiera seguir el juego una película mucho más larga y en constante mutación que dejará poso.
Tráiler:
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