Kim Ki-duk

Kimono-Sesentas

Allá por mediados de los 00’, en pleno apogeo occidental del cine oriental, recuerdo haber leído a un avispado crítico (no recuerdo quién ni dónde) haciendo referencia al término “cine de kimono”. Con esa nomenclatura pretendía englobar el subconjunto de películas chinas, coreanas y japonesas cuya popularidad por estos lares se debía más a su componente “exótico” que a otros valores cinematográficos. Por poner un ejemplo claro, fue el “componente kimono” el que convirtió a “Primavera, Verano, Otoño, Invierno… y Primavera” en la peli más exitosa de Kim Ki-duk en las salas españolas. Tiran más los monjes budistas y sus templos en escenarios paradisíacos que los entornos de “realismo sucio” de otros films del coreano.

Primavera, Verano, Otoño, Invierno... y Primavera

Todo esto viene a cuento porque creo que en estos momentos, los espectadores de “Mad Men” estamos sufriendo un isomorfismo de ese efecto kimono. Desde la cuarta temporada, y de una manera mucho más acusada en la quinta (en curso), la serie está aligerando sus tramas y sus personajes en pos de convertirse en un escaparate de la estética 60s. Se ve que la popularidad de la serie se debe más a los modelitos de Joan, los capítulos de vacaciones de Don y las escenas de fiesta filo-hippie que a la superestructura machista, los despachos llenos de humo y la  ambigüedad existencialista reinantes en las primeras temporadas.

Mad Men Now (2)

Mad Men Now (3)

Vale que sigue siendo de lo mejorcito que se emite en TV a nivel mundial, pero actualmente la serie se ha alejado bastante de aquello que la hizo grande en sus inicios. Simplemente, ahora no se puede medir de igual a igual con otros tótems televisivos que, pese a evolucionar temporada tras temporada para limar asperezas con la audiencia, no perdieron peso específico en el proceso.

Queda dicho. 

 

P.D.: Hay que admitir que esta vena sesentera da agradables sorpresas de vez en cuando, como en el último capítulo emitido (S05E08) donde se hace un ingenioso juego metatextual con los derechos de las canciones de los Beatles, utilizando además “Tomorrow never knows”. Viendo a Don Draper haciéndola sonar en su  tocadiscos  nos damos cuenta de lo vanguardista que fue para la época.

The Beatles – "Tomorrow never knows"

Top30 (XXVII): Visitor Q

Visitor Q

Tres años después, el proyecto Top30 va llegando a su fin. Es lógico que acercándome ya a la “era blog” en este repaso de mis primeros 30 años como consumidor (sub)cultural aparezcan obras ya referenciadas en entradas anteriores. Es lo que ocurre con “Visitor Q”, y a su correspondiente post les remito. Solo me queda contextualizar un poco la peli respecto a mi evolución cinéfila.

Oldboy

Alrededor del 2004 las conexiones a Internet ya estaban suficientemente evolucionadas como para permitir bajar películas sin problemas. Lo mismo ocurría con el mundillo de los subtítulos “amateur”, organizado en foros y “teams” en casi cualquier esquina del globo de habla hispana. Estos factores dieron acceso popular a todo un universo cinematográfico que hasta el momento nos había sido negado por los medios de distribución “oficiales”. Ese cine asiático del que los entendidos hablaban maravillas estaba al alcance de nuestra mano, y lo consumimos con fruición. Había de todo, pero en el sector, llamémosle, “que fuerte neng!!” tres realizadores eran los favoritos del público:  Kim Ki-Duk con cosas como “La Isla” o “Samaria”, Park Chan-wook  y su mitificadísima “Oldboy”, y como no, el incombustible Takashi Miike, capaz de lo mejor y lo peor con su frenético ritmo de producción de alrededor de 5 películas al año por aquel entonces. Es curioso ver como los dos primeros han perdido fuelle con el paso del tiempo mientras que Miike sigue a lo suyo, fiel a su radical estilo  y cada vez mejor considerado tanto a nivel crítico como comercial: No falta película suya en todo festival puntero, y ya encadena varios taquillazos en Japón.

Takashi Miike

“Visitor Q” fue el primer o segundo “miike” que consumí, y desde entonces no me he  apeado del carro.  Lo que no esperaba en absoluto es que dicho film se convirtiese para mí en la puerta de entrada al universo “Dogma”. La de Miike, sin respetar algunos de los mandamientos del manifiesto, es prácticamente una película Dogma. Hasta el momento no le había hecho mucho caso al jueguecito de Von Trier y Vinterberg , pero “´Visitor Q” me permitió ver las posibilidades de esa forma de hacer cine. En cualquier caso esta actitud pseudo-Dogma de Miike a la hora de realizar el film ejemplifica otra de las grandes virtudes del cineasta: La adaptación a su idiosincrasia  de todo tipo de hallazgos de vanguardia ignorados o vagamente explotados más allá de sus impulsores iniciales.

Anteriormente en Top30:
Intro (qué es Top30)
Ulises 31
Los 4 Fantásticos
Secret Wars
Transformers
Batman y los Outsiders
Batmanía
Dragon Ball
Darkseed
Parque Jurásico
John Byrne’s Next Men
Trilogía Nikopol
La fOntana y la sOnda
12 Monos
Pulp Fiction
Wipeout
Brut Comix
La Casta de los Metabarones
Ænima
Carretera Perdida
The Invisibles
Cosecha Cinematográfica del 99
La Caída
Los Soprano
La Pianista
South Park
X-Force/X-Statix

Enter the Void

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A Gaspar Noé eso de provocar le gusta más que a un tonto un lápiz. Algunas secuencias de sus filmes son ya de obligada referencia en conversaciones acerca de pelis “fuertes”, como lo son trabajos de gente como Michael Haneke o Kim Ki-duk. A diferencia de éstos, Noé tira bastante del “provocar por provocar”, pues  detrás de esos extremos arrebatos visuales de sexo y violencia hay poca chicha en general. El director es ante todo un esteta, un esteta de la degradación. En este sentido “Enter the Void” explota las virtudes del realizador como nunca antes habíamos visto, minimizando de paso su defectos. Porque el film que nos ocupa es antes que nada una potentísima experiencia sensorial.

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Tomando como guía el libro tibetano de los muertos (“Bardo Thodol”) Noé nos sumerge en el estado de “tránsito” experimentado por Oscar, un joven occidental que se gana la vida en Tokyo trapicheando con drogas y es abatido por la policía mientras se encuentra acorralado en un lavabo. Oscar permanece en el mundo de los vivos como fantasma, flotando entre calles y edificios, atravesando las paredes, observando los destinos de aquellos que deja atrás, rememorando momentos claves de su recién finalizada vida y decidiendo si quiere renacer en la Tierra o ascender a otras dimensiones/estados de consciencia.

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Todo esto que cuento puede sonar a “cliché alucinatorio”, pero  su puesta en imágenes va más allá de cualquier cosa del mismo palo que hayamos visto anteriormente. El film es un auténtico prodigio técnico que demuestra que los avances tecnológicos en el campo de la cinematografía pueden tener un uso mucho más creativo del que se les viene dando. La música, los efectos especiales lisérgicos, la ambientación lumínica, el (presupongo) complicadísimo  modo de “mover” la cámara en modo “espíritu-visión” , con  largos planos secuencia dónde ésta levanta vuelo atravesando techos, paredes y bloques de edificios enteros o se interna en fuentes de luz para saltar a otro entorno espacio temporal… Todo contribuye a proporcionar al espectador una experiencia audiovisual única.

A nivel de guión la cosa es más discretita. Una mínima historia de amor fraternal, con muchas drogas, sexo y miserias de por medio… Pero el buen hacer de los actores combinada con la apabullante puesta en escena consiguen que nos la comamos con patatas sin problema. Una demostración palpable de que, al contrario de lo que muchos piensan, en cine el guión no es lo más importante, sino que cuenta mucho más la forma de ponerlo en imágenes. Se habla muy gratuitamente sobre que tal o cual película es “cine puro” y al verlas uno no puede dejar de pensar que es mentira, pues tanto la historia que cuentan como la manera de contarla podría trasladarse fácilmente a otro medio de expresión. Esto no ocurre con “Enter the Void”. Cine puro de verdad.

Tráiler: